Cebollas de las antípodas
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Un kilo de cebollas vale hoy en el campo 4 céntimos, y aún es un milagro que se acerque un comerciante a pagar tan paupérrimo ... precio, que naturalmente no alcanza ni a cubrir una cuarta parte de los costes de cultivo, porque lo habitual, lo que se escucha estos días en los pueblos con producción de cebollas y tantas cosas sin vender es que «no les volen».
La gran cuestión de este asunto, tan repetido año tras año, ya no es por qué no las quieren, ni por qué se las pagan al agricultor tan baratas, cuando en la tienda las veden fácilmente entre uno y dos euros el kilo, porque desde la distancia cunde el desarraigo y por ahí se va al ya se apañarán, a mí qué. Aparte de que es fácil imaginar que las más de las veces funcionará la ley de la oferta y la demanda, y más aún cuando se trata de artículos perecederos, aunque las cebollas no sean de los productos hortícolas que más urjan. Es decir, que si hay mucho de algo que se puede estropear, tendrá que ir barato. Y al revés, llegado el caso, que casi nunca llega.
No, para un consumidor medio ni siquiera es un problema hoy en día ver que las cebollas están caras cuando en el campo se quedan tiradas, ni se escandaliza nadie al ver que en la etiqueta donde se declara el origen ponga México, Chile o Nueva Zelanda. Nos acostumbramos a todo, y a la hora de llenar el carro de la compra, lo que más urge quizá sea ver en qué caja hay menos cola y llegar a casa cuanto antes. ¿Cebollas de Nueva Zelanda? Pues queda la mar de exótico, ¿no? Qué guay.
La pregunta es dónde está la clave que explique todo esto. ¿Por qué interesa traer cebollas de las antípodas, que es lo más lejos posible, cuando las tenemos regaladas en los campos de al lado?
Y el resultado es descorazonador. Hemos planteado esta pregunta a gente directamente afectada por el desastre que se está sufriendo una vez más en el campo, donde va a destruirse mucha producción que no se puede vender. ¿Dónde está el interés de importar algo cuando aquí hay existencias de sobra y baratísimas? Ni siquiera planteamos lo del comercio de proximidad y 'km 0'. Simplemente nos gustaría conocer dónde está el punto de ganancia en lo que parece un absurdo. Pero las respuestas suenan siempre a huecas, vacías, superfluas. Agricultores y representantes de agricultores se conforman con decir que las cadenas incumplen sus promesas, que el Gobierno lo permite, que la UE no debería dejar entrar importaciones... Sí, si, pero la clave no va por ahí, sino en conocer dónde está la madre del cordero: por qué a un comerciante le atrae comprar lejos lo que tiene aquí regalado. Y, mientras no lo sepamos, seguiremos caminando hacia el vacío.
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