Los hechos son concretos y hasta emocionantes: una estudiante de Alboraya, al saber que su abuelo no puede vender las cebollas de un campo de una hanegada decide tomar la iniciativa, ofrece la hortaliza por redes sociales y, sorprendentemente, comienzan a lloverle peticiones de compradores solidarios que quieren adquirir algunos kilos de esas cebollas y contribuir a resolver el problema del abuelo. Días después, en otra población de l'Horta, Meliana, otra joven, al enterarse de que un vecino se dispone a 'tractorar' un campo de cebollas que no puede vender, para zanjar la cuestión y preparar el terreno para sembrar chufas, divulga la situación por redes sociales y enseguida comienza a presentarse una retahíla de pequeños compradores.
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En ambos casos no había una voluntad puramente economicista, sino altas dosis de generosidad; no se pretendía ganar, tan solo intentar recuperar algo de lo invertido por los agricultores y llamar la atención de la sociedad sobre una cuestión como ésta que se repite tan a menudo, cuando los productores se encuentran sin cauce para vender lo que los consumidores compran caro en las tiendas.
En el caso de Alboraya, la nieta quería ofrecerle esta especie de regalo al abuelo; en el de Meliana, probar suerte, intentarlo, contribuir a resarcir parte de los gastos del amigo y, además, recaudar algo para una entidad humanitaria del pueblo. En las dos ocasiones se han superado las previsiones iniciales, y la mujer de Meliana asegura que la gente que ha acudido a por cebollas ha depositado en la caja más dinero más del que se le pedía.
Aclaremos que eran cebollas tiernas que se habían desarrollado algo más de lo que las redes comerciales convencionales consideran que debe ser para verlas como tiernas. Seguían siendo cebollas perfectamente sanas y buenas, pero el mercado es así de exigente: o tiernas o secas, y éstas quedaban ya a medio camino.
El milagro está en esa especie de resorte que se pone en marcha para que un producto que queda fuera del mercado, porque los ciudadanos lo eluden, y por eso los agentes comerciales no lo compran, de repente sea atractivo, surge la magia y queda revestido como artículo solidario, y entonces quienes en otra órbita lo dejarían de lado, acaban peregrinando para adquirirlo.
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