A las 8 de la mañana se oficializó la sorpresa: «Habrá un censo universal». También papeletas para todos. En modo autoservicio se pueden imprimir en casa y acudir sin sobre a cualquier colegio. El «secreto» está asegurado gracias a las «traslúcidas» urnas chinas. Jordi Turull, conseller de Presidencia, explicaba el cambiazo del Govern a las reglas de su propio juego (véase el articulado de su ley del referéndum suspendida por el Tribunal Constitucional) una hora antes de que empezara la partida. Ese 'breaking news', noqueó a Moncloa, incapaz de calibrar el margen de error que aún les brindaba el reloj, antes de que se iniciara aquella ópera bufa del 9N. Sin sindicatura electoral, sin garantías, sin validez legal.
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Los nubarrones encapotaban el amanecer en la plaza Sant Jaume, presagio alegórico del tenebroso domingo de ruido y de furia. En ese preludio, irrumpieron en escena unos budistas para meditar unos minutos frente al Palau unos mantras que solo escuchamos los periodistas. Tocaban las 9 con largas colas en escuelas. Hacía rato que confirmamos que Trapero descolgó a los Mossos del mando único asignado a Pérez de los Cobos por auto del TSJC. Los miles de agentes de 'Copérnico' se distribuyeron de madrugada hacia los centros donde los cargos soberanistas convocaban a los medios. La orden «de arriba» no se modificó: «hay que impedir esa imagen». En Sant Julià de Ramis se esperaba al President quien, ensayando escapismos futuros, se burló del helicóptero policial de vigilancia cambiándose de vehículo bajo un pontón. En ese polideportivo gerundense se vivió uno de los episodios más violentos. Cargas contra ciudadanos que dieron la vuelta al mundo abriendo los informativos internacionales junto a la foto de todos los políticos soberanistas con su sufragio. «Hoy no ha habido referéndum». Rajoy, caída la noche, intentaba ejercer de cortafuegos al impacto viral mientras en el despacho de Puigdemont remataban el discurso de aclamación del desafío: «Nos hemos ganado el derecho a tener un estado independiente que se constituya en forma de república».
Einstein descubrió en la teoría de la relatividad general que la gravedad produce una curvatura de la luz en el espacio-tiempo proyectando, en un instante, varias visiones de un objeto. La percepción depende de la posición del observador, es decir, desde dónde contempla el fenómeno. Lo que los astrofísicos denominan 'lente gravitatoria' explica cómo se lee la desconexión social desde las remozadas atalayas de Madrid y Barcelona, extremos de un puente pendiente de reconstrucción. Gobierno y Generalitat, con gestos y gesticulaciones, han cambiado caras mirando de reojo sus cromos. Hace un año de ayer aunque no lo parece. La cuestión catalana está atascada en el déjà vu del tsunami de sucesos de aquel tormentoso 1 de octubre. Un aniversario, desde la óptica de la narración omnisciente, del que hay mucho que lamentar y nada que celebrar.
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