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El cine es una fiesta. Una gran fiesta a la que todos estamos invitados y que cada cual disfruta como quiere. En una sala, al ... aire libre o en el sofá de casa. Los hay que prefieren tomársela con humor, los que optan por el terror y los abonados al drama. El cine une, suma, incluye. Y el que se sienta excluido es porque no se ha preocupado por buscar la película en la que mejor encaja. Y no será por falta de títulos...

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El cine es una fiesta porque invita a divertirse, a reflexionar, a emocionarse, a entretenerse, a reconciliarse, a reconocerse. ¿Quién quiere renunciar a eso? Es una fiesta porque es capaz de reunir a gente diversa ante un mismo acontecimiento y conseguir que olviden sus diferencias durante al menos dos horas. Y es una fiesta porque tiene el poder de trasladarnos a otras vidas, a otros lugares, a otras formas de sentir y de pensar.

Las fiestas están para celebrarlas. Y motivos, relacionados con este arte, no nos han faltado en los últimos días. Esta semana hemos conocido que representantes españoles de nuestro audiovisual han hecho historia en la carrera hacia los Oscar. Esto debería, como mínimo, alegrarnos y, si apelamos al espíritu patriótico, hacernos sentir orgullosos a todos.

Es la cuarta vez en que Alberto Iglesias opta a la estatuilla. Ha compuesto algunas de las bandas sonoras de nuestra vida. Y ha recibido reconocimientos en distintos países. La candidatura en Hollywood ya se puede considerar un premio en sí. No resulta nada sencillo superar la criba entre los cientos de filmes que aspiran a este galardón. Él lo ha logrado. Y lo ha hecho con una producción netamente nacional. Eso es muy bueno para nuestra industria. Y, por tanto, para nuestra economía. Celebrémoslo.

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A Javier Bardem se lo sortean directores y productores de todo el mundo. Compite en las mejores ligas. Y en muchas de ellas sale victorioso. Como Nadal, pero sin raqueta. Ha vuelto a colarse en la final del torneo de los Oscar, nominado por cuarta vez por su interpretación, en este caso protagonista -junto a Nicole Kidman en 'Being The Ricardos'-. Celebrémoslo.

Lo de Penélope Cruz también es motivo de aplauso. Aspira a ser condecorada por la Academia estadounidense como la mejor actriz del año por cuarta vez en su carrera. En esta ocasión ha sido seleccionada por un trabajo en español. Habla nuestro idioma y exporta nuestro idioma. No hay mejor oficina del español que esto. Celebrémoslo.

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Junto a ellos se ha colado en las nominaciones el animador Alberto Mielgo, por el corto 'The Windshield Wipe'. Qué bien.

No se entiende que todo ello no despierte ilusión. Que haya un partido en la oposición -el PP- y su líder, que aspira a presidir este país -Casado-, que no hayan felicitado a los que van a ser nuestros embajadores en los Oscar. Que la ideología no nos impida celebrar.

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