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Urgente La previsión de Aemet para la Mare de Déu tras un sábado de lluvias, tormentas y aviso naranja

Cepas y ceporros

MARCADOR DARDO ·

MIQUEL NADAL

Lunes, 1 de febrero 2021, 07:20

Parece que la realidad exige velocidad. Los contagios, los ingresos, las vacunas, las muertes, y hasta los partidos de fútbol nos imponen una urgencia que contamina el sentido de las palabras, que parecen significarlo todo. Y sin embargo, hasta para definir lo que sucede haría falta revestir a lo que se escribe de lentitud, asegurando el significado y la etimología de las palabras. Antes del brote de Wuhan, o de las cepas británica y sudafricana, nosotros ya sufríamos la cepa de Singapur. La acepción amable de la palabra es la que la vincula al tronco de la vid, del cual brotan los sarmientos que darán el vino. Fruto de la vid y del trabajo del hombre dice la liturgia de la eucaristía. En la quinta, la cepa alude al «tronco u origen de una familia o linaje». Y en la séptima acepción del Diccionario de la RAE, la que ahora nos preocupa, biológica, la cepa es un «grupo de organismos emparentados, como las bacterias, los hongos o los virus, cuya ascendencia común es conocida». En cualquier de esas tres acepciones, ya sea por el afecto notorio por los caldos, por el origen familiar ajeno al mérito y la capacidad, o por su naturaleza viral e infectiva, Meriton es la cepa de Singapur. Carece del más mínimo sentido positivo que a veces tiene la palabra cuando se usa como adjetivo. Lo propone el Diccionario como ejemplo en la locución positiva, «de pura cepa», que usamos para referirnos a una persona con clase, auténtica, cabal, sin mixturas ni experimentos. Pero cuando la cepa se instala en una tierra sin preocuparse del arraigo, cuando solo importa el origen familiar, o cuando tiene una vocación infecciosa capaz de atacar el sistema inmunitario y provocar la enfermedad o incluso la muerte de un organismo, pongamos por caso un equipo de fútbol, la cepa es una mala cepa, y hay que combatirla, arrancando la vid enferma e improductiva, o combatiendo la infección viral. No puedo entender qué deba pasar más en el Valencia para emprender una acción radical de ese tipo. Estoy bautizado dos veces. La primera 'in periculo mortis', que debe ser algo parecido a lo que ahora nos sucede. Preparando el arsenal de manías y supersticiones para moderar el pánico del forofo ante el partido del sábado, me entretengo, fascinado, con la amplitud de la familia semántica de la cepa. De la mala cepa viene el «ceporro». El ceporro puede ser «la cepa vieja que se arranca para la lumbre», o bien en un sentido coloquial, una persona «torpe e ignorante». De las consecuencias de la cepa de Meriton, no quisiera que fuera el club de Mestalla la cepa vieja que se arranca, moribunda, y se arroja al fuego. Es mejor prescindir de los ceporros.

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