De charco en charco

Todos hemos sentido en alguna ocasión el temido 'tierra, trágame', bien por un patinazo propio o bien por presenciar el de otros en el caso de quienes, como yo, sufren con intensidad la vergüenza ajena. No obstante, hay gente que tiene un auténtico don para meter la pata y generar situaciones incómodas a golpe de preguntas inoportunas o comentarios desafortunados, desde interesarse por un familiar fallecido o la ahora innombrable expareja hasta felicitar por su embarazo a quien ya ha dado a luz o, simplemente, ha ganado unos kilitos en el último mes.

Con la práctica, esas personas desarrollan cierta gracia para salir más o menos airosas del momento de tensión con una disculpa sincera o un topicazo que bien podría leerse en cualquier sobrecillo de azúcar. Sobre todo, porque quien sufre el entuerto presupone la buena intención de quien lo comete y/o suele estar ansioso por perderle de vista y olvidar lo ocurrido.

Capítulo aparte merecen aquellos que, como el alcalde Joan Ribó, van abriendo frentes con distintos colectivos profesionales, sin que esté demasiado claro si se trata de un caso de incontinencia verbal o de un intento de, con las formas, desviar la atención sobre el fondo de la cuestión. En este caso, la futura terminal en la ampliación norte del Puerto.

Primero fueron los transportistas, a los que indignó con su vaticinio de que «dentro de quince años los camiones pueden ser una especie a extinguir», para oponerse al acceso norte. Y ahora, es el turno de los ingenieros de caminos, canales y puertos, al cuestionar su competencia en este ámbito y exigir que decidan especialistas en medioambiente, «no psicólogos ni ingenieros de caminos». Su decano, como el de industriales -y el Puerto-, defienden la vigencia del dictamen ambiental emitido en 2007, abiertos a mejorar el proyecto pero sin paralizarlo.