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Las chicas

ARSÉNICO POR DIVERSIÓN ·

María José Pou

Valencia

Viernes, 28 de febrero 2020, 07:48

Cada vez que hablan de los afectados por coronavirus pienso en esas señoras -más que señores- que se quitan años por coquetería o por no perder la condición de «chica». «Chica» es un término entrañable en boca de una mujer de ochenta. Mi madre era de esas que decía «me voy a comer a la playa con las chicas» mientras salía por la puerta cualquier sábado primaveral. Y «las chicas» eran sus amigas viudas o solteras entre las que ella era la más joven. Esas mujeres son fascinantes. Yo las adoro. Sobre todo porque llaman «chicas» a las de su pandilla, la pandilla del café con leche, como si tuvieran quince. ¿Por qué no? ¿Por qué no seguir llamando «chica» a tu amiga de ochenta y cinco? ¿Acaso es un chico? Pues aquí va todo mi apoyo. Reivindico el «chica» a cualquier edad. Incluso a la mía, que ya va siendo.

La cuestión es que cada vez que hablan de los enfermos de coronavirus, el primer dato que dan es la edad, sobre todo, para quitarnos a los demás la aprensión ante un brote fuera de adultos mayores y gentes con patologías previas. Esas condiciones alivian a quienes no las tienen como si fuera una garantía de no enfermar o, en caso de hacerlo, de no llegar a un estado grave. Me imagino, pues, en esa tesitura a las mujeres coquetas y celosas de su privacidad que ven cómo se lanzan al vuelo sus 77 cuando ellas tienen dicho a las amigas que acaban de aterrizar en los 70 -recién cumplí, recién- o las que no admiten ni bajo amenaza que hayan cumplido 80 hace bastante tiempo aunque la tele diga no sé qué de 86. Encima de enfermas, retratadas. Qué barbaridad.

Después de la edad, viene el otro dato inquietante. Estuvo o no en China. Ahora ya, y tratándose de Valencia, pasamos por Milán y en breve, como nos descuidemos, lo restringimos a San Siro. Mientras tanto, el virus va por ahí, porque a estas alturas puede que haya conquistado el planeta entero. Sucede año tras año con el de la gripe común pero no nos preocupa lo más mínimo porque no tiene consecuencias terribles. Por eso nos esperamos a que las noticias digan, en caso de edad poco sospechosa, que «tenía patologías previas». Y cada vez que lo oigo me suena como a «antecedentes penales», oye. Ya sé que no tiene nada que ver pero nuestra imperiosa necesidad de vernos excluidos de la elección del bicho inclina a los periodistas a remarcar esa circunstancia. Y deja un regusto amargo de culpabilidad en la memoria de las víctimas que me crea mucha ansiedad. Algo debería cambiar en el relato. No sé el qué. O tal vez en nuestra forma de asumir que la globalización también era esto.

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