En España existe un organismo que se denomina Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC. Una institución de la que, en esta pandemia, se habla mucho pero se conoce poco. La gran mayoría ignora el inmenso esfuerzo que realizan sus profesionales con varias carreras y doctorados a sus espaldas. En estos momentos, el CSIC trabaja en tres modelos de vacunas contra el SARS-CoV-2 dirigidas por Luis Enjuanes (76 años), Mariano Esteban (76 años) y Vicente Larraga (73 años). Estos tres científicos españoles que lideran vacunas contra el coronavirus no cobran por ello porque son jubilados. El prototipo que dirige Luis Enjuanes se basa en una inmunidad esterilizante lo que significa que las personas vacunadas ni se infectan ni transmiten el virus. No sólo podría ser revolucionario por esta razón. También porque su administración sería en una dosis e intranasal con un espray para proteger las vías respiratorias que es donde se sitúa la puerta de entrada del SARS-CoV-2. El virólogo valenciano, que tras décadas estudiándolo es uno de los mayores expertos mundiales en coronavirus, trabaja en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC (CNB-CSIC). En ese mismo lugar, Mariano Esteban desarrolla otro suero cuya eficacia en ratones ha sido del 100%. Por su parte, en el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC) Vicente Larraga está finalizando la fase preclínica de su modelo cuyos viales estarían configurados para poder ser conservados en neveras normales, lo que facilita logística y almacenamiento. Enjuanes, Larraga y Esteban están trabajando ad honorem, es decir, de manera honoraria y al mismo tiempo gratis. Su voluntad es la de seguir prestando su excelente conocimiento al servicio de la salud pública. Detrás de ellos hay un equipo que no es ni tan amplio con sería deseable, dado el reto que tienen por delante, ni tan valorado como merece. La mayoría sobrevive por su vocación con contratos temporales y salarios irrisorios. Es un oprobio que los mejores cerebros del país soporten esta precariedad. Para los que deciden no irse al extranjero, la meta es alcanzar cierta estabilidad laboral a partir de los 45 años.
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El otro día varios colectivos de investigadores se movilizaron contra la reforma de la Ley de Ciencia que propone Pedro Duque. Sin ciencia, repetían, no hay futuro. Criticaban que no se les haya consultado y que este cambio normativo «no representa una alternativa real a las múltiples demandas históricas del sector». La escasa financiación es una de ellas. Simboliza el insuficiente respeto con el que se les trata. España ha destinado la mitad de la media de la Unión Europea a la inversión en I+D sobre el PIB según los datos de Eurostat. Hablamos de un 1,1% respecto al 2,2%. Unas cifras exiguas que podrían explicar que haya gente que se pregunte en qué consiste el CSIC. Y así seguirá mientras el sistema, en lugar de premiar, devore el talento de las mentes brillantes.
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