Cita en Carcaixent

Hay que descubrir la fruta dorada en remates de tejadillos, en bajantes de canales de agua, en el diseño actual de carteles, en los que no se renuncia a la naranja, como nos recuerdan fachadas de viejos almacenes y fábricas o escenas ambientadas en los años de principios del siglo veinte. La naranja y su exportación fue tema de ilustraciones en el papel de seda que las envolvía. Al llegar a este punto, recomiendo el catálogo de la exposición La fruita daurada. 750 anys amb taronges, que tuvo lugar en la Llonja de València durante los primeros meses de 1989, con texto de Vicente Abad (Consellería de Cultura, Educació i Ciencia).

En fin, es una obligación visitar el espléndido edificio de José Ribera, soberbio almacén en el que se admira la estructura de columnas de hierro colado. Construcción de larga historia que ha sido habilitado para múltiples destinos, desde el trabajo manual de centenares de operarias, a exposiciones y eventos sociales.

Carcaixent conserva también huellas de un pasado aristocrático que perdura en la azulejería del siglo xviii, como la cocina de la casa palacio del marqués de Montortal; un ejemplar de estampa social y costumbrista: servicio doméstico, utensilios y viandas; ambientación perfecta de la época.

Por último no hay que decir adiós a Carcaixent sin contemplar la imagen de la Mare de Déu d´Aigües Vives, en su iglesia parroquial -barroco tardío- copia de la que se perdió en un incendio hace dos siglos; talla aparecida en 1250 debajo de un olivo.

Es tan arraigada la devoción de los carcagentinos a su Virgen, que ha dado lugar a una gran producción literaria, con obras fechadas ya en 1627. Carcaixent, insisto, nos ha citado.