La frase que da título al artículo es de Félix Rodríguez de la Fuente y tiene la friolera de 47 años, que se dice pronto. El naturalista anticipaba los problemas que tenemos hoy en día prácticamente en todas partes, magnificados por las redes sociales que difunden imágenes de montañas de plástico flotando en el mar, animales deformados al quedarse atrapados arandelas en una pata o un caparazón, por no hablar de lo invisible, es decir, de los microplásticos que acaban en nuestros estómagos al comer pescado 'contaminado'.
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Esa civilización ha llegado para quedarse, me temo. Todo lo bueno que tiene el Plan Integral de Residuos, las obligaciones marcadas por la Unión Europea o el esfuerzo de los ayuntamientos se encuentran con la realidad de calles inundadas de basura con el pretexto de cualquier evento.
Desde que tengo uso de razón recuerdo el mar de residuos que permanece en la plaza del Ayuntamiento después de cada mascletà. Al hacer un reportaje, en la delegación de Residuos me dijeron que una papelera de la calle de Periodista Azzati la habían vaciado 35 veces ese día, según el parte de los barrenderos, quienes habían retirado además toda la basura esparcida alrededor al quedar colmatada hasta los topes. ¿Qué hacer ante eso?
Todo lo que sea fomentar el reciclaje debe ser una prioridad. Si el pasado mandato en Valencia fue el del debate sobre la movilidad, estos cuatro años deben servir para conseguir que el reciclaje entre de manera definitiva en todas las familias, sin excepción.
Una labor que necesita de más regulación por parte de la Administración. ¿Las nuevas viviendas se construyen con espacios asignados a los cinco cubos de residuos que debe haber? Me temo que no. ¿Está preparado el Consistorio para hacer frente a un aumento significativo de los residuos que se recuperan? Pienso lo mismo. Baste decir que en Valencia sólo hay un ecoparque fijo y el Ayuntamiento ha tenido que subsanar esa deficiencia con camiones que estacionan en varios lugares de la ciudad. Hasta el Consell Agrari impulsa una campaña de recogida de plásticos en los campos de la periferia.
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Además, el parque móvil de las contratas y los contenedores no está para tirar cohetes. Todavía falta para renovar los concursos, que se prevén con grandes novedades dados los cambios en el sector los últimos 15 años. Las quejas vecinales empiezan a multiplicarse, sobre todo en las estrechas calles del Carmen cuando las barrederas pasan de madrugada para hacer desaparecer los restos del botellón. La escandalera es tan grande que los residentes graban vídeos para enseñarlos al Ayuntamiento a través de las redes sociales.
A lo que voy es que es difícil, pero no imposible, conseguir aumentar de manera significativa el porcentaje de basura que se recicla. Estamos demasiado acostumbrados a tirar la basura al suelo (sólo tenemos que acordarnos de las Fallas) y a renegar porque en las casas no hay suficiente espacio para los cubos de reciclaje. Además, el déficit en limpieza es tan grande por los actos de vandalismo que mejorar la situación es como poner puertas al campo. Decía hace años un concejal que todo lo que se haga desde el Ayuntamiento para reducir los ruidos nocturnos se vuelve inútil cuando un cafre con el tubo de escape estropeado despierta a miles de personas al circular de madrugada a velocidad excesiva. Igual pienso de la limpieza. Ya puede haber mil barrenderos más, que si un pequeño ejército de personas en bici y con linternas adosadas en la frente asoma cada noche la cabeza dentro de los contenedores y empieza a sacar todas las bolsas por si puede aprovechar algo destinado al reciclaje, mal vamos.
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Y si vamos al problema de las pintadas, entonces ya sí que no veo solución. Un vecino del Carmen se divierte (léase la ironía), enviándome fotos del mismo muro de un solar de la calle Palomino donde los grafiteros se dedican a tapar la obra del anterior cada cierto tiempo. De vez en cuando pasa la brigada municipal para darle una pasada de blanco a todo y vuelven a empezar.
No quiero ser demasiado pesimista y destaco también las mil toneladas que se están recogiendo al mes de residuos orgánicos, un buen comienzo para el quinto contenedor (el marrón), que servirá para abono agrícola. Tiendas y supermercados están haciendo un gran esfuerzo para reducir el plástico en bolsas y embalajes, lo que empieza a calar en la gente. ¿Llegaremos a tiempo?
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