Urgente Los Bomberos continúan los trabajos para controlar el incendio del bingo de Valencia y desvía el tráfico

La felicidad, decía Groucho Marx, está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna. Algo parecido a eso adquirieron los principales imputados del 'caso mascarillas' que investiga las comisiones de unos seis millones de euros que se llevaron Luis Medina ... y Alberto Luceño por contratos de venta de material sanitario al Ayuntamiento de Madrid, según destaca el juez instructor, «en el momento más álgido de la pandemia de Covid-19, con miles de fallecimientos diarios». Medina gastó el millón de euros que cobró por la comisión en un velero que llamó 'Feria', igual que el ducado de su padre, y en bonos bancarios. Mucho mayor fue el importe percibido por su socio, unos 5,1 millones de euros, que se esfumó en una retahíla de artículos de lujo. Vehículos de alta gama, varios Rolex, un inmueble en exclusiva zona residencial y una semana de hotel en Marbella. Ambos han sido imputados por supuestos delitos de estafa agravada, falsedad documental y blanqueo de capitales. Mientras el procedimiento judicial sigue su curso hay algunas particularidades llamativas sobre los protagonistas. Medina aparece como administrador único de Gekko Partners, una sociedad limitada dedicada a la asesoría. Por su parte, Luceño es propietario de otra consultora con idéntica marca, Gekko. ¿Casualidad o declaración de intenciones? Puede que todo sea mera coincidencia pero el caso es que ambos socios han vinculado su trayectoria empresarial al lobo de las finanzas de Wall Street, Gordon Gekko. Aquel personaje interpretado por Michael Douglas que defendía la codicia como motor universal porque, «a falta de una palabra mejor, es buena, necesaria y funciona».

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El deseo acaparar riqueza para después derrocharla es lo que incita al codicioso. Por eso nunca tiene bastante. Tampoco el avaricioso que, sin embargo, se diferencia del codicioso en que su afán por la abundancia tiene la finalidad de acumular. Quienes luchan contra la extinción de miles de especies señalan que la avaricia está detrás de la caza furtiva que mueve el tráfico ilegal de animales, con un volumen de negocio similar al de armas o drogas. Al primogénito del empresario siderúrgico Francisco Ros Casares se le acusa de presuntos delitos de contrabando y contra la flora y fauna tras el hallazgo, en una propiedad familiar, por parte de la Guardia Civil de una colección ilegal de más de mil especímenes disecados, casi doscientos colmillos de marfil, taburetes hechos de patas de elefante... Hasta la fecha es la mayor incautación en España de animales disecados protegidos. El imputado deberá dar explicaciones ante un muestrario de taxidermia que no se consigue en un día y que el propio patriarca -ahora fallecido- llegó a mostrar parcialmente hace años en la televisión valenciana. Inquietante e incomprensible.

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