Colores y política
JUAN CARLOS VILORIA
Lunes, 17 de diciembre 2018, 09:32
Un historiador medievalista francés, Michel Pastoreau, especialista en la simbología de los colores está a punto de publicar un ensayo sobre el color amarillo asociado a la política. La elección de los colores para representar ideas o proyectos se ha demostrado a lo largo de la historia extremadamente relevante para generar simpatía o rechazo, intensidad, acción, tranquilidad, paz, revuelta. El rojo y el negro han sido utilizados tradicionalmente por movimientos anarquistas o revolucionarios y encarnan la confrontación con lo establecido. Pero también la violencia y la lucha por imponer sus principios. El socialismo europeo ha ido acomodando sus gamas de rojo de mayor a menor intensidad en función de la moderación o radicalización de su propuestas o sus campañas electorales de forma puntual. Es más, para una de las campañas más exitosas del socialismo europeo, la elección de François Mitterrand a la presidencia de la República, el PSF utilizó el fondo azul sobre las fotos del candidato.
El azul, el color de la derecha, reservado para figurar la moderación, la serenidad, el sosiego, fue una de las claves del éxito socialista en la famosa campaña por «el cambio tranquilo». A Podemos, el último gran movimiento político surgido de la política española, no le quedaban muchas opciones en el arcoíris para elegir y, astutamente, colonizó el violeta o morado que era originalmente el símbolo del movimiento feminista. También de la Semana Santa y de la penitencia. Pero no es probable que esto último fuera un argumento para sus publicistas. Sin embargo, la asociación del partido de 'la gente', de los indignados, con el feminismo ha tenido un peso decisivo para la identificación de la fuerza política de Pablo Iglesias como el partido de las mujeres. Solo hay que repasar algunos de los discursos del líder, que además se ha cambiado casi todo el look con el que aterrizó en política menos el pelo recogido en coleta, para reparar la cantidad de veces que habla de Podemos como un partido 'feminista'.
El otro gran movimiento surgido en la política española en los últimos años, el independentismo catalán, ha elegido el amarillo como tono identificatorio. Con un éxito de imagen más bien discreto, por no decir negativo. Y es que el amarillo, según Michel Pastoreau, está asociado a la mentira y a la traición. «En Europa -dice el medievalista francés-, este color está mayormente asociado a la mentira, a la traición y a la hipocresía. Y de otro lado al envejecimiento, al declive. Es el color de los engañadores y el color con el que a partir del siglo XVII se representa a Judas. Cabellos rojos y vestido amarillo». Con toda probabilidad, los 'genios' que decidieron unir la reivindicación de presos, separatismo, futuro de Cataluña, a este denostado color no conocían la implicación simbólica tan negativa en el imaginario popular. Que aprendan de Sánchez. Incoloro, inodoro, indoloro.
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