Secciones
Servicios
Destacamos
Dios los cría y Torra o Puig-Oltra los nombran conseller de Cultura. Cargo que, al parecer, debe de llevar aparejado el de comisario de la lengua, «la nostra llengua», dícese del catalán, por supuesto, parapetado tras la cómoda trinchera del «mismo ámbito lingüístico», otra de las trampas terminológicas que utilizan el nacionalismo y la izquierda cómplice para eludir llamar a las cosas como piensan que es su nombre. Así que una, Mariàngela Vilallonga, consellera de Cultura de la Generalitat de Cataluña, se dedica a cronometrar los minutos que en la TV3 hablan en castellano con idéntica intensidad y preocupación que si se tratara de una plaga de langosta que amenaza con acabar con las cosechas y matar de hambre a toda la población del principado. Mientras el otro, 'nuestro' Vicent Marzà, ve frustrada su policía lingüística que al más puro estilo de la Stasi de la desaparecida República Democrática (¡ja-ja-ja!) Alemana se basaba en la delación de los sospechosos, en crear una red de chivatos que avisaran al cuerpo de guardianes de la ortodoxia idiomática que en aquella tienda de la esquina se niegan, los muy fachas, a rotular en valenciano o que el camarero que me ha servido ha dicho mosatros en lugar de nosaltres, un delito de lesa humanidad. No hay más que acordarse -por poco gratificante que resulte- de la exjefa de gabinete de la consellera de Participación, Transparencia y Cooperación y de cómo se indignó el día en que fue a almorzar y una camarera argentina no le entendió cuando le pidió en valenciano, en una evidente demostración de empatía hacia el extranjero y de espíritu de acogida hacia los inmigrantes. En eso pasan sus días nuestros representantes políticos elevados a responsabilidades de gobierno, los Marzà de aquí o las Vilallonga de allá, en vigilar que no se hable en castellano en una región de España o en montar una nueva estructura administrativa de inspección sobre la actividad privada de ciudadanos y negocios. Comisarios políticos de la lengua -la única que para ellos existe- que mientras tanto desatienden o ni siquiera se enteran de las penalidades de un sector que está sufriendo como pocos los efectos de la crisis. Cines, teatros, espectáculos, conciertos... Por no hablar de la danza, que como ha explicado el famoso coreógrafo valenciano Nacho Duato va a ser una de las últimas actividades en incorporarse a la nueva normalidad. Ve tú y explícaselo a Marzà o a Mariàngela, que lo más que vas a conseguir si te prestan atención es que con cara de aburrimiento te pregunten: «Però el ballet eixe del que vosté parla... és en la nostra llengua?».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.