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SONY GRAU I CARBONELL ESCRITORA
Sábado, 30 de septiembre 2017, 10:38
Hace pocos años, investigué los acontecimientos históricos de los años 1408 al 1412, para mi novela histórica sobre el Compromiso de Caspe, concernientes a la sucesión de la Corona de Aragón. A través de todos los sucesos trágicos, que enfrentaron a diferentes partidarios de los máximos candidatos en los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca y condados catalanes, aprendí una gran lección.
Fue la lección de que los conflictos políticos deben solucionarse con buena voluntad política, no partidista. Con sensata justicia y equidad. Con visión del bien común por encima del individual.
Aparte de innumerables textos históricos consultados, aportados durante siglos por eminentes historiadores, me comentó un magistrado, amigo y colega literario, que en la jurisprudencia se estudia el Compromiso de Caspe como un ejemplo de sensatez democrática entre 9 hombres buenos y honorables, no políticos, elegidos entre los diferentes territorios de la Corona de Aragón ya mencionados. Fueron varios jueces, abogados y religiosos.
La lista de los compromisarios fue elaborada previamente por el justicia y gobernador de Aragón. Pero se opusieron los catalanes por querer participar en la elección. Se solucionó nombrando el parlamento catalán una comisión de veinticuatro encomendados para designar a los nueve compromisarios, que coincidieron con los elegidos por los aragoneses; lo cual demostró que fue un gesto de autoridad catalán.
Después de muchísimas presiones de unos y otros, de aquí y allá, de quejas y alegaciones a favor y en contra, los nueve «hombres buenos, sabios y honrados» quedaron confirmados. Estos fueron: por Aragón don Domingo Ram, obispo de Huesca, don Francisco Aranda, cartujo, don Berenguer de Bardaxí, letrado. Por Cataluña, don Pedro Zagarriga, arzobispo de Tarragona, don Guillem de Vallseca, jurista y don Bernardo Gualbes, doctor en Derecho. Por Valencia, Bonifacio Ferrer, cartujo prior, En Giner Rabassa, doctor en Leyes y San Vicente Ferrer, que destacó entre todos pues era reconocido en los reinos, de dentro y fuera de la Corona de Aragón, por su sabiduría, aguda inteligencia y gran fama como buen orador y taumaturgo.
Ellos debatieron durante más de dos meses los pros y contras de los candidatos, mientra éstos y sus seguidores se enzarzaban en batallas sangrientas (la más famosa y definitiva posterior la del Cudolar, en las proximidades de Sagunto), hasta hallar al más adecuado para las circunstancias sociales del momento. Esta especie de cónclave tuvo lugar en la ciudad aragonesa de Caspe, población al sudeste de Zaragoza, entre los ríos Ebro y Guadalón, estando rodeada por soldados para asegurar la integridad de los allí reunidos, pues eran tiempos de violentas decisiones contrariadas. Hay que destacar que Europa se desangraba en la Guerra de los Cien Años.
Por ello, ha sido considerado el Compromiso de Caspe como un ejemplo de inteligente y justa templanza.
Todo esto me ha venido a la memoria, de un modo muy especial, ante los lamentables acontecimientos que convulsionan Cataluña y al resto de España. Todos, sin excepción lo estamos pasando muy mal.
Por ello pienso: ¿Sería posible llegar a un entendimiento como el del famoso Compromiso de Caspe? ¿Seremos capaces de aprender la lección de la Historia? Ésta nos da las soluciones y tan solo tenemos que adaptarlas al momento histórico actual. Nada hay nuevo bajo el sol pues se repiten errores y aciertos, ambiciones y generosidades, traiciones y heroicidades a través de siglos y milenios.
¿Sería posible encontrar a uno o tres personajes (cifra impar imprescindible), «buenos, sabios y honrados», jueces, abogados y filósofos, no políticos, elegidos en cada una de las 17 autonomías para encontrar una solución pactada? No es una utopía. El precedente histórico lo confirma. ¿O es que no podemos llegar nosotros a un acuerdo? Nosotros, los democráticos y modernos habitantes que hemos llegado a un nivel de bienestar social, a un desarrollo laboral, sanitario, escolar y asistencial que sería la envidia de aquellos siglos ¿No seremos capaces de llegar a un acuerdo?
Yo sugiero, suplico, encarecidamente, que se resucite el espíritu del Compromiso de Caspe y podamos convivir en paz todos los habitantes de esta España nuestra. Gallegos, asturianos, cántabros, vascos, navarros, riojanos, castellanos leoneses, madrileños, aragoneses, catalanes, valencianos, mallorquines, castellanos manchegos, extremeños, murcianos, andaluces, canarios y ceutíes-melillenses; o sea, de todos los españoles. Con su pluralidad y riqueza, con su atractiva diversidad geográfica, climática y psicológica... Pero en el espíritu común en la cultura grecolatina que es lo que ha perdurado y perdurará secularmente en el ADN de nuestra herencia histórica.
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