El fin de la concordia
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Arsénico por diversión ·
González tuvo de mentor a Willy Brandt mientras que Sánchez no ve más allá de ÁbalosAhora sí ha terminado la Transición. No lo hará mañana, en la investidura de Sánchez, sino que lo hizo este fin de semana durante los debates en el Congreso. El final de la Transición no lo simboliza lo que algunos llaman el cambio de «régimen», refiriéndose al apoyo del futuro gobierno en el secesionismo, sino la ausencia de concordia y el exterminio del centrismo. En España ya no hay centro. Ahora sí hemos enterrado definitivamente a la UCD, prueba de ello era el gesto del hijo de Suárez mientras se escuchaba a la representante de Bildu en la tribuna.
Poca moderación y mucha menos templanza en los ánimos pudimos ver en el estrado y en los escaños. Las dos Españas hielan el corazón allí y en las redes sociales. Si Rajoy aumentó el número de independentistas, Lastra, Sánchez y sus aliados están aumentando los de sus contrarios, porque, ante los ataques a la esencia de la democracia y la Constitución, la moderación solo puede ser interpretada como debilidad. El embate de las fuerzas disgregadoras obliga a tomar postura e invalida cualquier intento por atender a las razones contrarias.
Ése será el legado del último socialismo, iniciado con Zapatero y rematado con Sánchez. Y digo último porque en Europa han ido cayendo todos los partidos socialistas: en Italia, en Grecia y hasta en Francia se han dividido, diluido o sustituido por otra cosa. O simplemente han perdido tanto que se han hecho invisibles. La anomalía eran Portugal y España pero nuestro país va camino de unirse al proceso. Si existiera la valentía que reclamaba Arrimadas a los barones y baronesas socialistas discrepantes de la línea del secretario general (¿dónde están los Javier Fernández y sus acólitos?), el partido se rompería. Como no es así y Sánchez es cualquier cosa menos fiable, el gobierno fracasará por sus mentiras pero mientras tanto irán ganando peso los populismos de Podemos y los secesionistas particulares. El PSOE nacional perderá fuelle conforme se hinche más el ego del presidente y terminará por apagarse. Sánchez acabará presentándose como líder del populismo y ahí estará la batalla más divertida de la legislatura, la de los dos pavos reales de la presidencia. Al principio Pablo Iglesias hará el papel de Alfonso Guerra con Felipe González, con la diferencia de que Guerra es más brillante y está mejor formado, y González tuvo de mentor a Willy Brandt mientras que Sánchez no ve más allá de Ábalos. Pero, después, el Niño de las Coletas se dará cuenta de que el rol de malvado no le trae beneficios mientras su contrincante gana puntos alejado de la jauría mediática y ciudadana. En ese momento, la oposición al gobierno empezará a ser el propio gobierno, en torno a la aprobación de los segundos o terceros presupuestos, y ahí terminará la legislatura-juguete de Sánchez. Lo que ocurra mientras tanto no podemos saberlo salvo una tendencia evidenciada estos días: la radicalización del país.
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