Pregunté a un socialista nada sospechoso de ser amigo de Ximo Puig cómo se estaba tomando todo lo que se ha publicado en relación al ... caso Azud, por si le hacía gracia el modo en que ese «way of life» del PSPV más clásico ha quedado retratado. Esta fue la respuesta: «A mi ... todo lo que abunde en la falsa idea de que todos somos iguales... me jode tanto como a ti cuando lo dicen de tu gremio».
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Es obvio que socialistas y populares no son lo mismo. Defienden cosas bien distintas. Pero también es bastante palpable que si los grandes partidos con sentido institucional tienen sus cosas buenas, también las tienen malas, pues, todos ellos, son generadores de mucho detritus al estilo de esa basura cósmica que pulula por el espacio exterior.
Por encima de nuestras cabezas y a partir de los años sesenta del siglo pasado, orbitan cientos de miles de artefactos construidos por el ser humano. Se lanzaron y se siguen lanzando innumerables satélites, cohetes, drones y naves de todo tipo que, después de unos años, ahí se quedan, en mitad de la nada. Hemos convertido, también el espacio, en un vertedero. Somos así de geniales. La Agencia Espacial Europea (ESA) calcula que son casi un millón de bicharracos los que flotan sin gravedad alrededor de la Tierra, una especie de cordón de material de derribo. Con los partidos clásicos pasa algo similar.
Ponen en órbita a un montón de gente, unos buenos y otros no tanto, unos capaces y otros que no saben hacer la o con un canuto, unas veces nos colocan a un inútil cobrando un potosí de manera involuntaria y otras a sabiendas y con toda la consciencia de la inutilidad del sujeto y de su perversa actuación. Los méritos de toda esta gente es haberse pasado años plegando y desplegando sillas en mítines de sus partidos, y nada más.
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La basura espacio pone en riesgo futuras misiones y hasta el tejido de telecomunicaciones. Y sí, toda esa banda de chupópteros, que un día son desactivados y dejan de cobrar un sueldo público, tienen que vivir de algo. Ese problema no lo sufrimos con todos los que abandonan la política, pues hay mucha gente honorable que se intenta buscar la vida con honradez. Sin embargo, hay un porcentaje, y no pequeño, de satélites tecnológicamente desfasados, chatarra sideral que llegó al cargo sin más mérito que su capacidad de pelotear a los jefes y que, una vez destapada su estulticia, no se resignan a abandonar el tren de vida de sueldos completamente inmerecidos e inusitadamente por encima de la media de un trabajador mondo y lirondo como este su seguro servidor.
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