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Hace años hice la primera entrevista a la que se sometía una persona que encabezó la lista para el Congreso en Valencia de un partido ... político de cuyo nombre no quiero acordarme. De de esa persona, tampoco. Fuimos muy bondadosos. No siempre somos malos. Porque al preguntarle por el Consell, la persona se quedó así como un poco en blanco, sacó una libretita y comenzó a mirar páginas mientras decía, «Es que yo, con esto del Consell, me lío».

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Lo de recurrir a independientes, o a «no profesionales de la política», es lo que tiene. A veces se lían a pesar de gustarles el lío, porque estas cosas del poder y la Administración y los votos, pues es así, un poco liosa, un poco para liantes, y liada, y te la lían. De hecho, un exconseller, que lo fue por muy poco tiempo, le confesó a un compañero nada más llegar al lío: «Esto no es para gente normal, hay que estar un poco loco».

Y es que todo es un poco confuso y enajenante. Ahí están, por ejemplo, esas medidas que se agrupan en planes diversos, con gastos que se anuncian... y suena como un eco al escucharse las inversiones de millones de euros, uros, ros, os... Parece todo un poco repetido. Será porque hay subvenciones que no se han podido ejecutar, unas veces por incompetencia propia y otras por falta de competencia de otros. Y se retoman. Ocurre, además, que se anuncian rebajas de tasas por las cuales se ha incrementado de manera espectacular los ingresos, es el caso de las universitarias. Un poco el chocolate del loro. Es lo que hay.

Una gran verdad dijo el presidente de la Generalitat la semana pasada en Les Corts: les ha tocado bregar con una pandemia como una catedral y luego ha llegado una guerra como la copa de un pino. Un panorama espectacularmente complicado, una ola de las que no se surfean. ¿Y ante todo eso, qué hacen los gobiernos, no sólo el valenciano? Bombardearnos con anuncios, medidas, unas más reales que otras, que son recibidas mejor o peor en función de quién las pone en marcha. En ocasiones, el aluvión es incluso palpable a través de decretos con actuaciones tan diversas que uno no puede evitar sospechar, qué es grano y qué es paja, porque en cuanto pueden te la cuelan, y por eso al Consell le paró su Decreto Cajón Desastre la propia Abogacía de la Generalitat. Metió allí dentro tantas cosas y tan dispares que al final se le fue la mano. Y más se le pudo ir, porque incluso había intención de incluir otros asuntos pendientes de resolver. Así todo, es normal que la actuación política genere cierta desconfianza, por esa mezcla intencionada de arreglar unas cosas y de liar otras. Normal que, con esto del Consell, uno se líe.

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