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El convento de la Trinidad

El convento de la Trinidad

«Cuando paso a su lado, me llena de tristeza el olvido de los valencianos del que es su Monasterio más antiguo, del que acoge el único Panteón Real valenciano»

MERCEDES CASQUERO DE LA CRUZ MÉDICO Y ESCRITORA. AUTORA DE 'PRINCESA LEONOR MANUEL' IRENE MARSILLA

Viernes, 8 de octubre 2021, 00:41

Es el siglo XV, Valencia ha dejado de ser la «Valentia romana,« la «Balansiya musulmana» y hasta la «Valencia» del rey Don Jaime, es ahora una ciudad que ha experimentado un gran auge demográfico y supera ya los 60.000 habitantes. Ha mejorado su calidad de vida y se aprecia un cierto lujo en los usos y costumbres de sus habitantes. Valencia es en este siglo una ciudad cosmopolita, la tercera en importancia después de Sevilla y Córdoba, es la ciudad por donde penetran los primeros aires del Renacimiento. Una cuidad esplendorosa en todos los sentidos en la que su lengua romance, la que usan los valencianos, el valenciano, alcanza plena identidad antes de que lo haga ninguna de las otras. Es la lengua mozárabe que han trasmitido, generación tras generación, las madres mozárabes a sus hijos desde que los romanos nos dejaron el latín.

En el año 1242, en el barrio de la Vilanova, próximo al Palacio del Real, un joven caballero valenciano, Guillem de Escrivá, funda el Hospital de San Guillem destinado a acoger a pobres y peregrinos enfermos. Situado frente a el, el puente de piedra más antiguo de Valencia, el de la Trinidad, permitía a los peregrinos llegar fácilmente al Hospital. Diez años después de su fundación se puso bajo el cuidado de la Orden de Trinitarios que tomaron la decisión de poner al Monasterio bajo la invocación de la Santísima Trinidad. Años más tarde dos trinitarios, Bernard Hullam y Andreu Maliras, por su desordenada y disoluta vida hicieron que llegase a conocerse al Monasterio como un «lupanar».

Conociendo la Reina Regente lo que ocurría lo puso en conocimiento del Papa Eugenio IV que, después de una larga investigación y comprobados los hechos, los desposeyó de sus cargos y expulsó con ellos, injustamente, a todos los monjes del Convento. Con su expulsión el Monasterio quedó vacío de monjes y la Reina María de Aragón decidió que fuera ocupado por las clarisas de Gandía. Pero la Reina María no quiso que los trinitarios quedasen abandonados y ordenó proporcionarles un lugar adecuado para que siguieran su vocación en la ermita de San Miguel situada en el llano de la Xerea.

Para la construcción del nuevo y ampliado Monasterio la Reina María adquirió a diferentes particulares terrenos suficientes para que pudiera alojar a las muchas religiosas que iban a ocuparlo. La Reina quiso que el Monasterio mantuviera el nombre que había tenido desde el principio, el de Santísima Trinidad, reservando una capilla de la Iglesia para que fueran enterrados los miembros de la familia Escrivá. Es el más antiguo de Valencia y el único panteón Real de la Comunidad porque alberga, por expreso deseo de ella, los restos de la Reina María de Aragón, la mejor reina de la Edad Media.

El Real Monasterio responde en sus estructuras y en sus contenidos a las normas de la Orden Franciscana (clarisas franciscanas). El claustro es el elemento fundamental y a su alrededor se sitúan la Iglesia, la sala capitular, los dormitorios, el refectorio y alcanzando gran relevancia por deseo de sor Isabel, la enfermería. El claustro tiene la elegante belleza, la delicadeza y a la vez la austeridad con la que ha pasado a la posteridad como el mejor ejemplo de lo que debe ser un claustro monacal.

El día 9 de julio de 1445, ya con sor Isabel de Villena como novicia, se coloca la primera piedra del nuevo Monasterio bajo la cual se colocó un anillo de la Reina. Sor Isabel dedicó su vida a la finalización de las obras siguiendo los deseos y directrices de la Reina, entre ellos la construcción de su panteón.

En el Monasterio de la Trinidad se reunían con sor Isabel los escritores del Siglo de Oro Valenciano; Jaume Roig, Auxias March, Joanot Martorell, que por entonces estaba escribiendo el 'Tirant Lo Blanch', Jordi de San Jordi...

Con el Monasterio no han podido las terribles riadas del Turia, la invasión de los franceses, los desastres de la Guerra Civil, que acabaron por hacer desaparecer los restos de la única mujer escritora del Renacimiento, Isabel de Villena. Hoy, pasados más de 500 años, al principio de la calle Alboraya, podemos ver al gran Monasterio, silencioso y casi olvidado, hablándonos sus viejas piedras góticas de quienes hicieron tal vez la mejor historia der Valencia: la familia Escrivá, su fundadora la Reina María de Aragón, la única mujer escritora del Renacimiento, sor Isabel de Villena y las gentes sencillas de aquel siglo en Valencia que acudían en procesiones continuas, atravesando el puente de la Trinidad, para pedir consejo y ayuda a sor Isabel.

Cuando paso a su lado, me llena de tristeza el olvido de los valencianos del que es su Monasterio más antiguo, del que acoge el único Panteón Real valenciano. Tengo la esperanza de que los valencianos sabrán reparar su error.

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