Convivir con la suciedad

Y me acordé de Don José Vilar-Sancho porque la primera vez que fui al edificio del paseo de la Pechina para hacer un reportaje, le pregunté cómo era posible que tuvieran el comedor tan limpio, impoluto, en perfecto estado de revista. La respuesta que me dio deberían aplicársela todas las concejalías. «Debe estar así porque si no lo mantenemos bien las personas que vienen tampoco respetarán la necesidad de que esté limpio». Y para más ejemplo, le pegó una bronca delante de servidor a un vigilante porque estaba haciendo juegos malabares con una manzana que poco después formaría parte del menú de un indigente. «¿Se la va a comer usted? Si no es así, déjela donde estaba». Más dignidad imposible.

Nadie quiere convivir con el vandalismo, por lo que no me extraña que un día después salieran en tromba pidiendo al alcalde que rectificase sus palabras. La asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio, la entidad que conozco que más se preocupa por denunciar los casos que detecta en Valencia, tanto de edificios públicos como privados, aboga porque se utilice la llamada teoría de las ventanas rotas, aplicada por algunos cuerpos policiales y muy sencilla. «Si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos». Tal cual.

De ahí que pidan mano dura contra los amigos de ensuciar las paredes con esprays, por ejemplo, además de reclamar la creación de una bases de datos con el fin de poder sancionar a los autores de pintadas en distintos lugares. Existe toda una serie de códigos de esta práctica, los llamados tags, junto con elementos que permiten identificar al «artista».

Y para más 'inri', el alcalde tuvo que aguantar también el chaparrón de los barrios donde prolifera el vandalismo y consideran que no se les hace el caso debido. «Sólo existe el centro», vinieron a decir al comentar la celeridad con la que el Consistorio encargó la limpieza de la ya famosa pintada en la plaza de la Reina. Los de Orriols fueron los primeros en levantar la mano e inundar las redes sociales con la «colección» de pintadas que tienen en las fachadas de sus edificios, aunque seguro que seguirán varias zonas más. En Ciutat Vella, por ejemplo, tampoco quieren convivir con el vandalismo que cada día ensucia persianas, puertas y paredes.

Está claro que en el Ayuntamiento gobiernan dos partidos, pero chirría bastante cuando le preguntan por ejemplo al concejal Grezzi por las heces de los perros en las playas o las pintadas en la plaza de la Reina, y la respuesta que da es que todo eso depende de la Policía. Por supuesto, pero podría disimular un poco con algo más de «germanor» con la parte socialista del Consistorio.

Al margen de estrategia electorales, queda claro que la inversión millonaria en la reurbanización de las plazas del centro no debe quedarse sólo en eso. Antes incluso del inicio de obras, el gobierno municipal debería haber tenido en cuenta el vandalismo, el tráfico y todas las quejas que arrecian por parte de vecinos y comerciantes. Hablo en suma de la colocación de cámaras de vigilancia. No se entiende el rechazo.