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El as de copas

Arsénico por diversión ·

Rita Barberá aparece en el balcón, ese territorio que Ribó quiso conquistar simbólicamente nada más llegar al poder

María José Pou

Valencia

Miércoles, 27 de noviembre 2019, 07:47

Rita Barberá ya tiene su retrato en el ayuntamiento de Valencia. La obra, de Luis Massoni, la muestra relajada y sonriente, rememorando la imagen de los mejores días de la alcaldesa, esos en los que los valencianos la saludaban, jaleaban, aplaudían y se alegraban de verla repetir mayorías en la capital del Turia. Eran tiempos que difícilmente hacían presagiar su calvario final. El mérito de Massoni está en mostrar la Rita triunfante, incluido un traje blanco, no el icónico rojo alcaldesa, que parece abstraerla de lo que llegó a significar el estereotipo Barberá. Aparece en el balcón, ese territorio que Ribó quiso conquistar simbólicamente nada más llegar al poder abriéndolo a las visitas populares como para exorcizarlo del espíritu de la anterior alcaldesa. Tomada la plaza, Rita se desvaneció. En realidad lo hizo mucho antes cuando sus enemigos la quisieron derrotada y a sus amigos (léase presuntos) no les pareció un mal plan.

La Rita de Massoni, en cambio, es la que resume la memoria que quedará cuando las generaciones que la conocieron desaparezcan y, con ellas, la memoria emocional de su paso por la alcaldía del Cap i Casal, entre el amor y el odio, el agradecimiento y el desprecio con los que se despidió, en un desapacible mes de noviembre, a la «alcaldesa de España», tal y como la bautizó Rajoy.

Así, el cuadro recuerda al barroco 'Finis Gloriae Mundi', de Valdés Leal. En él, el pintor sevillano representa lo efímero de la gloria del mundo acompañando los despojos de un obispo con los símbolos de su poder terrenal. Cetros, tiaras, báculos y coronas que advierten al espectador sobre lo inútil que es poner su confianza en las vanidades humanas, pues, antes o después, acaban y no puede llevarlas consigo para cruzar la laguna Estigia, sino que quedan aquí para siempre. En el cuadro de Rita también la vara de mando, la guía de Valencia y las perlas inevitablemente asociadas a su imagen pública, sintetizan 24 años de la historia política de la ciudad y, sobre todo, de la vida de la alcaldesa. Una vida que algunos resumirán en el as de copas que asoma en la mesa del pintor y cuya significación puede llevar a equívoco si se desconoce su capacidad para representar la energía de la Rita más fuerte o simplemente la delgada línea que separa el triunfo del fracaso. El éxito es cuestión de azar, no tanto de mérito o demérito. El éxito es una sonrisa de la diosa Fortuna que puede negarse, pues, a otorgarlo. Es, posiblemente, la antítesis de lo sucedido con la lideresa popular. No fue mala suerte sino exceso de confianza. Y lo bueno de retratos que cuentan, más que muestran, a la persona, es su habilidad para narrar a Rita sin exponerla de nuevo al recuerdo de la caída. Es solo por oposición a nuestra memoria por lo que sabemos del contraste entre dos momentos, pero la memoria colectiva de la historia reciente de Valencia guardará la imagen de una alcaldesa imbatible.

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