Borrar
Urgente La Bonoloto de este viernes entrega 432.112,46 euros a un jugador y deja más de 78.000 en la Comunitat
Atletas en el paseo marítimo de Valencia. JESÚS SIGNES
Corre o muere

Corre o muere

ANÁLISIS ·

El recuerdo de Spider-Man, un nazareno y demasiado Philadelphia en las tostadas

Antonio Badillo

Valencia

Lunes, 14 de noviembre 2022, 00:36

Kilómetro cero: las excusas. Que si habrá mucho charco y yo no soy Gene Kelly; que si la humedad y el viento; que si cada cual vale para lo que vale y aquí el menda lo tiene claro desde aquella primera San Silvestre en la ... que le adelantó Spider-Man trotando marcha atrás... Basta de psicología preventiva. Palmadas al cielo, manos arriba, brama el speaker, esto se mueve. Preso 1.799, marchas forzadas, a correr. Kilómetro uno: he salido muy atrás y así me va, esquivando obstáculos. Demasiado cambio de ritmo. La cháchara entre dos chicas lo confirma: «Tía, hacemos uno corriendo y dos andando». Pues eso. Kilómetro dos: busco una referencia para seguirle el paso. Ahí viene el 3.591, trae mala cara, ese será mi hombre. Pero la presunta liebre esconde un galgo y no tardo en perderlo de vista. Ale, ansias, arrea; nos vemos en la meta. «¿Que cuál es mi estrategia? Sobrevivir», oigo a un costado. ¡Ya tengo liebre! Kilómetro tres: «15 a la derecha», gritan los voluntarios con aire marcial de contramaestre. Me maldigo; si hubiera elegido la 7,5K seguiría recto, pero el chico listo quería el paquete premium. Apechuga ahora. Kilómetro cuatro: ¿Quién me mandaría ponerme una camiseta térmica?, pienso mientras me sobrepasa un chaval con diversidad funcional. No le aplaudo porque no puedo. Tú eres el meteorito, yo el resto del reparto de 'Armageddon'. Kilómetro cinco: me dispongo a tomar una botella de agua cuando recuerdo que no sé beber y correr a la vez. A mí no me mires, díselo a los dientes. Lo que faltaba, extraños reflujos, igual puse demasiado Philadelphia en las tostadas. Kilómetro seis: melena larga color ceniza, me adelanta el 1.762. Corre o muere, dice el maillot. Su aspecto -haría carrera en la Semana Santa Marinera- y mensaje me ponen místico. ¿No será esto el purgatorio? Kilómetro siete: ahora me rebasa el práctico que marca el paso a 5:00. Lo sigo y ya está, planeo. Espera, que se larga. Otro galgo. Recorre una ambulancia el trazado del metro y tentado estoy de hacer autostop. Al menos el sinuoso circuito permite distinguir dos mil metros atrás al coche escoba. Ese ya no me pilla. Kilómetro ocho: veo por el suelo el dorsal 1.447. Arrepentidos los quiere Dios. Cuánta justicia poética si fuera el 3.591. Kilómetro nueve: comienza la lección de anatomía de cada carrera. La rodilla derecha despierta; fijo que en nada la secundan la izquierda y los hombros. Kilómetro diez: he visto a Elvis, lo juro. Me saca del ensueño la megafonía, que augura el fin de fiesta. Puro placebo. ¿Otro avituallamiento? ¡Que no quiero agua! Kilómetro once: «Venga, lo tenéis ya», anima un alma piadosa. Yo no iría tan lejos, barrunto mientras busco referencias cinéfilas. Necesito ritmo, «dal cela, pulil cela», señor Miyagi. Kilómetro doce: «En casa os espera paella y mejillones», vocea un espectador y me da una idea para reactivarme. Gastroterapia. Como cada cual se autosugestiona a su manera, yo visualizo un bocadillo de calamares. Ni rastro ya del Philadelphia. Kilómetro trece: ha venido, los ciclistas lo llaman el tío del mazo y me hace sentir como el coche de bodas que arrastra latas. Kilómetro catorce: la rodilla amenaza ruina y el Apple Watch reprocha que he aflojado el paso. ¡Que corra Geppetto!, grito al condenado reloj. Sirva también como prueba de vida. Kilómetro quince: ¿Esto no acaba? ¿No habrá un cabrito arrastrando el arco final hacia el puerto? Al fin, la meta: nada más cruzarla lo veo, el nazareno con su «corre o muere». Ni rastro de San Pedro a su lado, luego será que he corrido. Abierto desde ahora al mar como Aquaman, ojalá me cruzara también con mi viejo hombre araña para ajustar cuentas. Pero ni aparece él ni tampoco Elvis. Y ni siquiera habrá bocata de calamares. Se me ha cerrado el estómago. La imaginación está sobrevalorada.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias Corre o muere