No me creo a la gente apolítica
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Desconfío de la gente que se declara apolítica. Los que aseguran que no se decantan ni por el rojo ni por el azul, por unas siglas u otras. Esas personas que prefieren no opinar sobre algunos asuntos porque -argumentan- no pertenecen a ningún partido. Esos ... que afirman que la política no les interesa y que prefieren no intervenir en según qué debates amparándose en eso. No me los creo, la verdad.
Y no es que peque de incrédulo, que también. Es porque, si los creyese, asumiría que esas personas no participan en conversaciones jamás. No podrían, no tendrían oportunidad, siempre deberían estar callados. Porque todo es político. Hay política en la cesta de la compra, en las listas de espera de los hospitales, en las estanterías de una librería, en los corrillos de la peluquería, en el precio de los alquileres, en la gala de los Goya, en el partido entre el Valencia y el Getafe, en la decisión de comprar un coche eléctrico o no. Absolutamente todo lo que hacemos y todo en lo que participamos implica un posicionamiento político. Otra cosa es que prefiramos no ejercerlo.
Pero también eso esconde una determinación política, una postura que adoptar. La abstención cuenta. No solo a la hora de depositar votos en las urnas, sino en otras situaciones; uno se puede abstener de opinar, de manifestarse, de contradecir, de protestar. Pero en eso, no lo olvidemos, existe también una voluntad.
La política no la marcan únicamente Feijóo y Sánchez, ni aparece solo si mencionamos la ley trans o la posible moción de censura que encabezará Ramón Tamames. No es algo que se adscriba a los pasillos del Congreso de los Diputados o a lo que se trata en las distintas sesiones que se convocan. Se refiere a algo más que lo que aparece en los programas de partido o lo que se aborda en las mesas de los magacines matinales.
Es político el consumo de alimentos, el modo en que nos movemos por la ciudad, la conciencia energético, el colegio que escogemos para nuestros hijos, las distintas maneras en las que nos informamos. En todo eso hay política. Como también la hay en las charlas con amigos, en las comidas familiares, en el modo en el que se tratan las parejas. Hay política hasta en 'Sálvame'.
O la había. Porque ahora el grupo propietario de Telecinco ha prohibido que se cuele en la escaleta del programa. Y eso también es una decisión política. Por supuesto que lo es. Conscientes de la influencia que tienen personajes como Jorge Javier Vázquez o Belén Esteban los directivos de Mediaset han vetado este tipo de contenidos. No habrá posibles ataques o halagos a la gestión de presidentes y alcaldes. ¿Se podría considerar entonces que 'Sálvame' será a partir de ahora apolítico? No. Desde el momento en que existe una prohibición por encima que impide hablar con naturalidad se evidencia un contexto político.
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