Crisis latentes

La pandemia ha traído consigo la crisis económica, social, cultural, familiar ... pero, sin duda, ha desvelado otras que llevan latentes desde hace muchos años como la situación del sector agrícola en la Comunitat Valenciana. Los agricultores ya no soportan los bajísimos precios que les abonan por sus naranjas, limones, caquis, melocotones y uvas, entre otros productos de la tierra, y optan por abandonar los campos que heredaron de sus padres y abuelos porque no pueden hacer frente a los cuantiosos gastos. Una circunstancia a la que se une la escasa existencia de relevo generacional en un sector que se hunde sin que ninguna administración tome las riendas de una forma seria y rigurosa y destine las ayudas necesarias para reflotarlo.

En los paseos por la zonas rurales, a los que nos hemos aficionado todos en este tiempo de coronavirus, ya vemos yermos esos bancales de cítricos que no hace mucho anunciaban la llegada de las Fallas y de la primavera con el singular y bienvenido aroma a azahar.

Los más afortunados han podido alquilar sus campos a empresas relacionadas con la tierra para impulsar su expansión, como ha ocurrido en zonas de Dénia. Otros labradores, que desde niños cuidaron de sus viñas en Requena o Utiel, han optado por cerrar tratos con compañías dedicadas a las energías renovables para sustituir los viñedos por las plantas fotovoltaicas.

Cada cual busca una salida a la situación del que fue uno de los principales motores económicos de la Comunitat antes del boom del turismo. Un sector que no hizo más que amplificar esas rutas y relaciones comerciales abiertas antaño por los exportadores de cítricos hacia París, Alemania, Bélgica, Holanda y otros muchos países del mundo.

Los agricultores han vuelto a lanzar un SOS a la espera de que la señal llegue a quienes toman las decisiones para que actúen en consecuencia.