
CUATRO SEMANAS DE DICIEMBRE
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La gestión municipal está por los suelos, el escándalo de la EMT se hace crónico y 2020 llega con subida de impuestosVan a ser cuatro semanas de vértigo, con llamadas continuas a las empresas y visitas de los inspectores. La gestión de las obras municipales está por los suelos y lo dice el documento que elaboran los propios técnicos municipales, ni los grupos de la oposición en el Ayuntamiento ni una conspiración rusa (está de moda ahora esa excusa) para provocar el rubor en las concejalías capitaneadas por Joan Ribó y Sandra Gómez. Ese 30% de obras acabadas a 30 de noviembre pinta muy mal en lo que será un 'annus horribilis' para el gobierno creado a la sombra de un teatro, donde por cierto duermen de vez en cuando mendigos en su puerta. Es como una metáfora de contar con todo a favor, un capítulo de inversiones holgado, una plantilla en el Consistorio que no deja de crecer y dinero fresco llegado desde otras Administraciones públicas, incluso la europea.
Con todo eso a favor, como nunca había sucedido en Valencia, las concejalías sólo han sido capaces de gastar uno de cada tres euros que tienen presupuestado. Y encima es dinero que no ha sido necesario pedir a los bancos, al contrario de lo que ocurrió con los proyectos de embellecimiento de la ciudad con motivo de la Copa América de vela. Entonces, Rita Barberá tuvo que recurrir a eso ante la falta de ayudas del Gobierno, del mismo partido que entonces no dejó de poner pegas al evento náutico y ahora tampoco ayuda a resolver las obras pendientes en la Marina.
Del documento de ejecución del presupuesto me llaman la atención dos datos. El primero, que las obras de mejora del alcantarillado y del suministro de agua potable apenas superen el 25% de los 17,41 millones que tiene la concejala Elisa Valía. Tan lejos como este fin de semana, la asociación de vecinos de Nazaret denunciaba nuevos vertidos de aguas negras en la desembocadura del viejo cauce. Los peces flotando boca abajo eran testimonio gráfico de ello. Pero más aún que de los 5,59 millones asignados a mercados municipales tan sólo ha sido utilizado un millón. Y faltan sólo cuatro semanas para que acabe el año. ¿Los bailes de Mónica Oltra y Carlos Galiana nos han impedido ver la realidad? Como decía Emilio Aragón, menos samba y más trabajar. Llevamos cinco años escuchando cómo debemos ayudar al comercio de proximidad, a los agricultores que rodean la ciudad, pero el resultado de momento es el que plasma el presupuesto.
El mal común del lastre en la gestión llega a todas partes. Tras votar en los presupuestos participativos, echo un vistazo a las obras aprobadas a principios de 2018. Su estado de ejecución está al 27% y eso que la estadística municipal barre para casa. A modo de ejemplo, el proyecto para construir baños públicos en el jardín del Turia lo fija en el 75%, aunque las obras comenzarán hoy mismo.
El tiempo devora a un gobierno municipal que apenas llega para resolver los problemas domésticos. Dar cada día explicaciones del fraude de la EMT y de las relaciones laborales del cuñado del alcalde Ribó con el exsecretario de la empresa municipal es muy cansado. En Compromís ya se habrán arrepentido algunos de no haber tomado antes medidas severas porque ahora, aunque se decidan, el daño está hecho.
Así las cosas, entre tramas palaciegas y concejalías paralizadas, no tiene mucho sentido subir impuestos y tasas a porrillo en 2020. La última decisión, de la empresa Emivasa y sobre las tarifas del agua. Dentro de poco no habrá tributo que no se haya tocado al alza desde 2015, pese a que luego sobra dinero para inversiones por todas partes.
Tampoco baja lo que se había prometido, como la tasa de tratamiento de basuras. Congelada el año que viene, eso sí, pero de poco sirve la enorme inversión que se realiza con el dinero de los contribuyentes para el llamado quinto contenedor, el de los residuos orgánicos, si luego no tiene una rentabilidad económica que beneficie a los vecinos.
Porque se trata de eso, de proponer un esfuerzo que tenga una repercusión. ¿De qué sirve sembrar toda la ciudad de contenedores si luego no se puede vender el abono? Por no hablar de las piruetas que hacemos en muchas casas para reciclar, con cubos y bolsas colgadas de alcayatas por todas partes. Al final no quedará otra que imitar a los vecinos del Cabanyal, los que se no se esconden, cuando salen a la calle bajo la lluvia con las pancartas en la mano para denunciar la lentitud del Consistorio para recuperar su barrio con una gestión pretendidamente modelo. Si ese es el ejemplo para toda la ciudad, entonces vamos mal.
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