
Cuánto cuesta el café de un café de bar
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Cuando tomamos un café expreso en un bar y nos cobran un euro o algo más no nos preguntamos cuántas veces se habrá incrementado ese precio desde el origen, ni siquiera cuánto estará ganando el dueño del bar o la cafetería donde nos sirven la aromática y reconfortante taza. Simplemente lo asumimos como algo normal, tan habitual. Aceptamos que nos cuesta bastante más que un café hecho en casa, incluso con la calidad similar que nos ofrecen hoy las modernas máquinas domésticas, pero también sabemos que, como un café del bar de nuestras preferencias, nada de nada, y además está el hecho de salir, acercarse, pedirlo, tomarlo, y más en compañía, con una charla por medio; tiene su ceremonia, incluso su mística. Y tenemos claro que en el precio está no sólo el café, sino el buen servicio, el local, la limpieza, mantener la cafetera en condiciones, la sonrisa de quien te atiende, el ocasional cruce de saludos, de información, el trato humano.
La materia prima que entra en una taza de café puede que no supere los cinco o seis céntimos. Si nos cobran un euro, siempre podrá decir alguien eso de que se multiplica veinte veces hasta llegar al consumidor final, pero merecerá también que le digan que tal razonamiento parece de Perogrullo. Es así, pero sabemos que no es así, porque está todo lo demás.
Incluso podríamos ir mucho más lejos: al precio del café en origen, donde se cultiva. Allí se paga a sólo veinte o treinta céntimos de euro el kilo. De manera que los ocho o nueve gramos que se utilizan para una taza de café apenas valen allá una nimiedad. ¿Cuántas veces se multiplica, pues, el precio desde el principio hasta el final? ¿Nos escandalizamos al descubrir que se 'encarece' al menos quinientas veces, o mil? No, desde luego, procuramos saborear tranquilamente la pequeña porción de humeante café expreso.
Entonces ¿por qué nos empeñamos en 'descubrir' cada día cuántas veces se multiplica el precio de una naranja, o de una lechuga, hasta el consumidor? ¿Desconocemos todos los pasos necesarios para hacernos llegar los productos? El problema no es el precio final, que incluso cabe que a veces aún sea bajo, sino el que se paga en un país moderno al primero que produce, lo que le llega, que no le basta para vivir y seguir en ello.
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