Urgente Muere una joven al ser atropellada en un paso de peatones de la ronda norte de Valencia

Divorciarte de tu banco es tan doloroso como hacerlo de tu pareja, y la historia muy parecida. Al principio, las citas a cualquier hora, las escapadas para un cafelito y las facilidades. ¡Oh, las facilidades! Después, los nervios del día de la firma del compromiso, y decidir juntos comprar un coche y un pisito ¡Oh, la hipoteca! Y, cari, que la jubilación, que los estudios de los niños, que una tele más grande... ¡Oh, el crédito al consumo! Y así, con los años, su interés y tu desinterés se desprenden el uno del otro con el hastío con que se rompen los botones de la bocamanga de una americana, y la desconfianza mutua se persona en la sucursal. Tu banco duda de ti y tú de él, pero el banco siempre humilla primero. Pasas de impositor a impostor. Y os divorciáis, sí, pero del papeleo te ocupas tú y de pagar la pensión también. Y, ojo, que al final sus amistades te aporrean el teléfono para que vuelvas: «Señor, ¿le interesa un seguro, un préstamo preconcedido, un plan de pensiones, un...?» ¡Oh, el gustazo de mandar a la eme a tu exbanco!

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De pequeño tenía una cartilla con las estrenas que me daba mi yayo Miguel. Y la Caja de Ahorros de Valencia me pagaba intereses. Ahora, si quiero que me atiendan he de pedir hora en una aplicación que no manejo y si me retraso pierdo el turno. La oficina, antes circunspecta, con sus ventanillas y su director con traje de tres piezas, se ha transformado en una joyería donde puedes pasarte la mañana sin que nadie te diga «ahí te pudras» porque no tienes cita con Dafne y tampoco con Kevin. En vez de darte rédito por los ahorrillos, el banco de hoy te cobra un seguro de vivienda, aunque haga meses que la vendiste, o te clava una póliza por no escribir en el muro de la web que no la querías, aunque lo dijeses de viva voz, so idiota. Y a los pobres abuelos los han expulsado a unos cajeros escasos que no saben usar y en los que además les hincan comisiones como banderillas.

En tiempos de Tinder y fluidez amorosa, es hora de que uno pueda sobrevivir soltero de banco. Bruselas estudia autorizar que se lleve dinero suelto en el móvil como si fuera el bolsillo. Sería un comienzo, ¿a que sí? Yo, y supongo que ustedes también, cada día me tengo que defender de mi propio banco, y es absurdo; quien recibe el depósito de nuestro dinero debería ser el último en intentar aprovecharse. Me señalarán por la calle porque me voy a divorciar del banco. Pero ¿saben qué les digo?, que no aguanto más, que me da igual. Un colega me organiza una cita a ciegas con otro banco al que también dejó su cliente, quizá salte la chispa.

Y a los pobres abuelos los han expulsado a unos cajeros escasos que no saben usar

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