Cuidado con las reversiones

No soy nada amigo de las reversiones porque la ciudad daría un paso adelante y otro atrás cada cuatro años. Por eso me cuesta mucho creer que la resolución favorable de Puertos del Estado acerca de la ampliación norte del puerto de Valencia haya puesto sobre la mesa la idea por parte de algunos de los que se oponen de eliminar los diques ya construidos. Buceo en la hemeroteca para saber de lo que estamos hablando y me encuentro una noticia de 2009, una visita de obras como otra cualquiera. «El puerto ya ha colocado 11.000 de los 50.000 cubos de hormigón para la ampliación». Cada uno pesa 20 toneladas, se llevó flotando desde la factoría (estaban huecos), para ser hundidos al dejar entrar el agua en su ubicación definitiva, donde después fueron rellenados con arena para que se asentaran. Casi nada, a ver quién los mueve ahora.

Que los muelles perjudican a las playas de la Albufera nadie lo duda. Bueno, casi nadie porque en esta época de negacionistas nunca se sabe. Pero la erosión es un hecho más allá de la ampliación norte, sino que se remonta incluso al desvío del río Turia. Los sedimentos ya no llegan donde toca y las corrientes marinas se ven obstaculizas por los muelles. La tormenta perfecta para que la regresión sea un hecho. Por eso eliminar los diques ya hechos serviría de poco para el litoral de la Albufera y sólo justifica mucho ruido político entre Compromís y el PSPV, que de eso se trata.

En su lugar exprimiría lo mejor de lo que he leído este fin de semana de Joan Ribó, Sandra Gómez y María José Catalá. Máxima apuesta por el ferrocarril, regeneración de las playas y apuesta clara por el empleo. Quitando todo el ruido de alrededor. Seguro que las cosas se podrían haber hecho mucho mejor que con una filtración interesada y una nota de prensa un viernes por la tarde desde el Gobierno, pero asumamos que eso viene ya implícito en estos tiempos tan sectarios y, en su lugar, que todas las posturas se dirijan un poco hacia el centro.

Por eso no me gusta que el alcalde de mi ciudad diga «conmigo no cuenten». Confío en que haya sido sólo una frase efectista fruto de una reacción precipitada y que la situación se pueda reconducir. La ampliación norte del puerto es un hecho y ahora toca aprovechar la oportunidad al máximo.

No conviene comparar estas reversiones por otras bastante más sencillas hechas en Valencia. Precisamente en la playa de El Saler han aflorado estas semanas los restos del viejo paseo marítimo, que desapareció acertadamente en los años 90. Por no hablar del pirulí de telecomunicaciones iniciado por la Generalitat y que fue sustituido por el Palau de les Arts.

Ambos casos justificados en mi opinión porque había una alternativa. Pero otras hay que asumirlas. La sede de Comisiones Obreras en la plaza de Nápoles y Sicilia es un horror, pero no movería un dedo para que fuera derribada antes de que se caiga a pedazos, cuando a todos los presentes ya nos importe poco lo que hagan.

Hay aspectos que se pararon a tiempo en la ampliación portuaria como fue el acceso norte. Dice Ribó que el 55% de las mercancías se mueven en el puerto de Hamburgo por ferrocarril y que en el caso de Valencia es sólo el 5%. Una comparación preocupante para un puerto que quiere ser líder europeo y que hay que revertir.

El corredor mediterráneo es la apuesta para la ampliación norte y si faltaba un argumento para acelerar las obras ya lo tenemos. Negar lo segundo es caer en el inmovilismo y la nostalgia. A mí me gustaba bañarme en la playa de Nazaret, pero ese no es el tema, sino las colas de desempleados que se ven en las oficinas del Servef.