El gran Pepe da Rosa lo solventaría por la vía rápida. A quien necesita el Ayuntamiento de Valencia es al teniente Colombo, aunque me temo que en este entuerto hay menos faena de sabueso que de psicoanalista. Rebobinemos. Discurría el último septiembre sin pandemia cuando ... la EMT fue saqueada. Bastó una suplantación de identidad para que cuatro millones de euros acabaran en las cuentas de unos estafadores en Hong Kong. Descubierto el embrollo, el dedo acusador municipal señaló a la directiva engañada y al banco que siguió sus instrucciones hasta oler el latrocinio. Ni rastro de autocrítica hacia los protocolos, la falta de cortafuegos que impidieran llegar tan lejos a una empleada con hasta cuatro superiores o el confuso reparto de roles. Vista la arquitectura del timo, pudiendo versionar 'Ocean's eleven' caímos en 'El robobo de la jojoya', y mientras era fácil imaginar a la flor y nata del hampa pasándose la dirección electrónica del consistorio valenciano -rasca aquí, que siempre hay premio-, el alcalde resolvía la charlotada sin rubor. Esto ocurre en multitud de empresas, resumió y se quedó tan pancho, ajeno a lo que se dice de quien halla consuelo en el mal de muchos. Ese mismo septiembre zumbón trascendió la desaparición de cinco mil euros del despacho del director del Palau. Habiendo cajas de caudales, el dinero evanescente se guardaba en una mochila. Quienes llevaron sus manos a la cabeza hallaron de nuevo respiro en la templanza de Ribó. Cinco mil euros no es tanto, deslizó cual vaselina. A confirmar la teoría del perro flaco y las pulgas vino luego el incendio en las cocheras de la EMT. Un accidente, sin duda, pero era lícito preguntarse por qué costó tanto extraer agua de los hidrantes o ninguna cámara de seguridad enfocaba el interior del depósito. Nimiedades para el alcalde, quien vio en el suceso una suerte de Plan Renove, la 'derrota útil' de Valdano adaptada al transporte urbano. Eran autobuses viejos, sentenció. El circo de tres pistas de Ribó ocultaba una cuarta. Acceden al ayuntamiento militantes del Partido Marxista-Leninista, que pinta lo que la Unión Popular de Judea en 'La vida de Brian', y cuelgan del balcón la jeta de Stalin. Como Iósif por su casa. Mientras el debate sobre seguridad gana altura, sosiega el alcalde con otro derroche analítico. Es una culebrilla de verano, desdramatiza. Caray con Ribó, mira que apuntaba maneras cuando fiscalizaba el todo y la nada con la severidad del antiséptico en tiempos de 'ritaleaks' y trincheras. Pecado de juventud, que a cada cual le llega el acné cuando le llega. A ver si Colombo nos ilumina, aunque en caso contrario el catálogo de Pepe da Rosa era inabarcable. ¿Recuerdan? Robaron un camión de chirimoyas, ¡aquí el teniente Kojack!
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