Fritz Lang lo tenía claro: el enemigo está entre nosotros. Corría el año 1931 y el director de cine austriaco era uno de los reyes del séptimo arte en Berlín. Su película de ciencia ficción 'Metrópolis' (1929) era la leche (aunque muda y en blanco y negro), además de ser la favorita de un diputado del Reichstag con buenas expectativas en las encuestas llamado... Adolf Hitler.
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El cine sonoro estaba claro que se iba a imponer y Lang planteó una nueva película en la que explotar sus posibilidades con la excusa de un thriller policíaco con un asesino, policías y ladrones con un código de honor. 'M, el vampiro de Düsseldorf' (1931) jugaba con los silbidos, algo que nunca había salido de una pantalla de cine hasta entonces, y advertía de los males que se van infiltrando en las sociedades y de los que uno nunca se siente causante, colaborador o simple testigo pasivo.
El final de la película es un gran juicio en el que el lumpen somete a un juicio a quien consideran que es culpable, evidenciando que el zorro no se zampa a las gallinas si no hay otro que levanta la puerta de la verja y abre la puerta de la jaula.
Este tema es recurrente en las películas de vaqueros que hizo Lang en EE UU, tras huir de Alemania por la victoria nazi, ya que su madre era judía y el riesgo de acabar asesinado resultaba demasiado alto como para no tenerlo en cuenta.
El viernes, centenares de trabajadores de Caixabank se manifestaban a las puertas del Palacio de Congresos por el expediente de regulación de empleo que la dirección está negociando con los sindicatos. En la víspera se había aprovechado la presencia en Valencia de la dirección para tener un nuevo encuentro en el que negociar las fórmulas de la salida. ¿Tiene problemas Caixabank para tener que acometer este recorte de 2.157 empleados? No, es cierto: está en beneficios, pero es necesario de cara al futuro.
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Esto puede indignar a mucha gente de bien que quizás ni recuerden la última vez que fueron a una oficina. Con el móvil en el bolsillo o el ordenador en casa, un imponente porcentaje de la operativa bancaria ha cambiado de manos. ¿Se podría renunciar a consultar los movimientos de la cuenta en el sofá de casa mientras echan en la tele (otra vez) ese capítulo de 'La que se avecina' o hacer una transferencia en el autobús camino del trabajo en vez de ir a la sucursal en el estricto horario de atención al público o sufragar en comisiones el mantenimiento de un servicio 7/24 y a domicilio?
Si se busca un culpable a ese ERE (y a tantos otros) quizás se lo encuentre uno en el espejo. Nos guste o no, el mundo gira en función de cómo somos y no de cómo nos gusta presentarnos ante las visitas. Después de tantos años, Fritz Lang sigue teniendo razón: el enemigo está entre nosotros... si es que no somos nosotros mismos.
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