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Recuerdo haber escuchado las primeras noticias sobre las violaciones grupales hace muchos años; llegaban desde Francia. Al poco comenzaron a ser noticia en nuestro país. ... Los primeros casos mediáticos de violaciones en manada datan de 2012. Uno de ellos tuvo lugar en el instituto de Steubenville en Estados Unidos, en 2012: una adolescente de 16 años violada por miembros de un equipo de fútbol. En Nueva Delhi, Nirbhaya, una joven de 23 años, era brutalmente violada y posteriormente asesinada ese mismo año. En Estados Unidos, las violaciones en los campus son un problema social. En la India, una cultura en la que el peso social de la mujer es irrelevante, los ataques sexuales son frecuentes. El debate social y mediático no impide que se reproduzcan. En nuestro país tampoco.
Las cifras de violaciones a menores en la Comunitat Valenciana son escalofriantes: en 2020, nada menos que 126 menores; la mayoría niñas, pero no hay que olvidar a los hombres. A estas cifras hay que sumar las agresiones sexuales y las que concurren en mayoría de edad. No se puede decir de otra manera: la violencia, en forma de violación sexual, está profundamente arraigada en nuestra cultura. Naciones Unidas reconoce que, pese a las resoluciones y fuertes medidas, los ataques sexuales crecen en conflictos bélicos. Hay que hacer hincapié: contra hombres y mujeres. Ucrania no es la excepción; la violación es un arma de guerra en el siglo XXI. En 2022 se han imputado por primera vez cargos de abuso sexual como delito contra la humanidad.
Pese a la brutalidad de las agresiones, la cultura de la impunidad y los estereotipos, especialmente sobre la mujer, siguen vigentes: las víctimas son las responsables, mienten o provocan la situación. Una sentencia del año 89 causó estupor ya entonces al afirmar el juez que la víctima (cito literalmente) «pudo provocar, si acaso inocentemente, por su vestimenta». La famosa sentencia de la minifalda. No se puede condenar sin pruebas. Lo repetimos una y otra vez aplicado a los agresores y así debe ser. Mientras, quien denuncia las agresiones tiene que hacer frente al escarnio social. 'La manada' es un caso ejemplar de lo que se conoce como «doble victimización». Igual que entonces, los presuntos autores de una violación en manada en Burjassot, a dos criaturas de 12 y 13 años, han sido recibidos como 'presuntos' héroes. Se confirme o no el caso, el problema existe. Politizar y denunciar no basta. Por supuesto que es necesario abordar el problema desde la educación, pero no la mañana después de cada caso. Es tarde para muchos niños y niñas, hombres y mujeres.
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