Deberes para 2023

Negociación. En este marco, la conselleria se ha embarcado en un calendario de negociaciones con las fuerzas sindicales para tratar de amortiguar este descontento en un periodo especialmente delicado, puesto que el próximo mes de mayo, si no antes, tendrán lugar las elecciones autonómicas y municipales y la cuestión sanitaria siempre es un arma a tener en cuenta. El primer paso, por tanto, será tratar de que los facultativos no acudan a la convocatoria de paros o, mejor incluso, que se desconvoquen después de haber llegado a acuerdos que respondan, total o parcialmente, a las reivindicaciones. Tras ello, seguir profundizando en estas mejoras laborales para contentar también al resto de categorías y representantes de los trabajadores.

Sanidad también deberá seguir librando batallas en esa guerra que mantiene contra las demoras, enfrentamiento que el coronavirus hizo mucho más difícil. Con la incorporación de casi 6.000 nuevos profesionales a la red pública -bien es cierto que tras cesar al mismo número de refuerzos Covid- y alcanzando récords de derivación de pacientes a hospitales privados, la conselleria está tratando de contenerlas, pero en momentos actuales, con importantes repuntes de infecciones respiratorias, no resulta una tarea fácil.

Atenuar la conflictividad laboral y las esperas de los pacientes son dos de los grandes retos a los que se enfrenta el departamento autonómico en este 2023 que está a punto de comenzar, pero no son, ni de lejos, los únicos. Dar una respuesta efectiva a la explosión de problemas relacionados con la salud mental (desde los casos de ansiedad o depresión hasta otros más graves que llegar a desembocar en intentos de suicidio) será necesariamente uno de ellos.

Sesgo ideológico. Frente a ello, hay otros aspectos que no están marcados en rojo en la agenda de prioridades del departamento (seguramente, ni en ningún otro color), pero que contribuirían también a aligerar ese ambiente de crispación, especialmente de cara a los comicios. Minimizar el sesgo ideológico del que hace gala el Gobierno del Botánico -en gran medida empujado por el ala más sectaria de Compromís- en cuestiones como la colaboración público-privada o la implantación del valenciano ayudaría también a poner el foco exclusivamente en los problemas reales que sufren los pacientes, y que se solucionarían agilizando la asistencia y buscando la excelencia en la atención.