Norberto se dirigía a su campo de naranjos un sábado por la mañana, en pleno confinamiento por la pandemia. Le pararon en un control policial ... y le preguntaron adónde iba y por qué. Le recordaron que no se podía salir de casa salvo para cosas esenciales y justificadas. a lo que esgrimió que iba a ver si todo estaba en orden, si el riego a goteo estaba en marcha o no, si había caído naranja, que aún la tenía por vender... Después de varios días sin poder acudir, tenía que revisar si el programador del riego tenía pilas en buen estado, si no había fugas de agua, si era preciso tratar las malas hierbas... El agricultor exhibió su escritura del campo y defendió que era una actividad esencial.

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El agente que le requería información le dijo que lo mandado era quedarse en casa; no le bastaron las explicaciones y concluyó que iba a denunciarle por desobedecer la orden de confinamiento.

A Norberto nunca le llegó ninguna comunicación de denuncia por aquel episodio y hasta el momento no sabe qué ocurrió después. Cuando de vez en cuando parecen noticias sobre los montones de denuncias y propuestas de sanción aún por resolver, se aviva su inquietud, por si resurge aquello, aunque tiene muy claro que con el tiempo transcurrido ya debe estar todo superado y, seguramente, lo que pasaría es que algún superior vería que el caso no revestía lo que en un principio pretendía ver el agente en su celo por hacer cumplir, y lo dejaría aparcado, o directamente retirado. Porque en realidad sí que era una actividad esencial la que Norberto iba a desplegar: la del agricultor que vela por su plantación y su cosecha.

Hubo quien interpretó que el agricultor no podía ir a su campo, o que no era legal llevarle comida a una enferma

A menudo se achaca el supuesto retraso en diligenciar denuncias a problemas de saturación en las instancias administrativas correspondientes, y sin duda habrá bastante de ello, pero seguro que también prevalecen otras razones. No todo lo que se denunció durante aquellas semanas de confinamiento era motivo real de incumplimiento. Hubo casos en los que se inspeccionaban las bolsas a la salida de algún supermercado para determinar si lo comprado parecía suficiente cantidad de comida o podía pensarse en una excusa para justificar salidas. A una señora la denunciaron por haberse comprado ¡un pintauñas! A un compañero, por llevarle a su suegra enferma la comida caliente, como cada día. Y en un pueblo agrícola de Castellón, el alcalde lanzó un bando, con pasquines en cada esquina, prohibiendo a los agricultores que salieran a sus campos y conminándoles a que contrataran las tareas a empresas especializadas. Así que es lógico que, al examinar los letrados los montones de denuncias de aquellos días, determinen que en muchas de ellas no ha lugar.

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