El depende de las palabras
MARCADOR DARDO ·
Mi República no es de la que tuvo que huir Sigfrido Blasco en 1936MIQUEL NADAL
Viernes, 3 de julio 2020, 07:37
Cada palabra reclama su depende, y cada concepto político exige la lectura atenta de la letra pequeña. Un sustantivo en política no es inocente, y necesita de adjetivos y adverbios que lo definan y sitúan en el lugar y en el tiempo. Ya lo decían los Goncourt en sus diarios: «Se ha quemado en nombre de la caridad; se ha guillotinado en nombre de la fraternidad. Sobre el teatro de las cosas humanas, el cartel es casi siempre lo contrario de la obra que se representa». No hay que fiarse del título de la obra. Hay muchas Repúblicas y Monarquías. No es la misma la República de Danton, Marat o Robespierre, que la de Charles Péguy. Republicanos fueron Pétain y de Gaulle, y lo son ahora Marine Le Pen, Macron y Mélenchon. Hay Repúblicas y Monarquías como para quedarse a vivir y tomar café tranquilo en la terraza de las cafeterías, y Repúblicas y Monarquías como para echar a correr. Repúblicas siniestras y homicidas, y Monarquías sensibles e irrelevantes. Todo depende. Que le hubieran preguntado a Joseph Roth si no era mejor el Imperio Austro-Húngaro que todo lo que vino después. Hay un libro de Claude Nicolet en Gallimard sobre la idea republicana en Francia, de 1982, con más de 500 páginas, con etapas que enamoran y etapas que causan vergüenza. Cuando murió Franco mi abuela retiró todas las estampas de San Martín de Porres de su cuarto y sacó de no se sabe dónde un retrato de Blasco Ibáñez y un fajo de billetes de la República, mucho dinero, y casi me manda al banco a canjearlos por moneda de curso legal. Mi República es la de Blasco y Zola, la de la Casa de la Democracia del PURA en la Gran Vía de Germanías, no la República de la que tuvo que huir Sigfrido Blasco en 1936 perseguido, ni la de Negrín. La República compasiva de los perdedores como Max Aub o Chaves Nogales, no otra República. Joseph Roth, en su viaje a Rusia, sintió «la nostalgia del aroma de civilización». Aquel régimen que asegure ese aroma de civilización, en el que no se persiga la disidencia, ni se queme o guillotine a nadie por una palabra, es el mío. Hay que estar atento a las palabras. En su libro 'La vuelta al mundo en avión (Un pequeño burgués en la Rusia roja)' Chaves identifica la capacidad de la policía soviética en el hecho de que sus miembros han formado parte de la oposición al zar: «Son, indudablemente, la gente que estaba mejor preparada para organizar una policía política. Imagínese lo que sería la Guardia Civil si estuviese algún día en manos de los gitanos». A la hoguera por racista.
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