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LA DERECHA ESTOICA

LA DERECHA ESTOICA

PLAZA REDONDA ·

Jesús Trelis

Valencia

Domingo, 28 de febrero 2021, 12:29

El investigador Sverker Johansson explica en su obra 'En busca del lenguaje' que muchos animales se pueden comunicar, pero apenas logran contarse una o dos cosas. En el caso de los humanos, la comunicación verbal nos permitió evolucionar socialmente y colaborar unos con otros. O sea, dialogar. Una cualidad que nos ha diferenciado dentro del reino animal pero que ahora estamos pervirtiendo. Tanto que, en vez de hablar en busca de consensos, nos dedicamos a tirarnos piedras -a veces literales- azuzando extremismos y conflictos. De hecho, es tan excepcional buscar puntos de unión a través del diálogo que cuando pasa, como esta semana entre el PSOE y el PP con la renovación del consejo de RTVE, nos parece extraordinario. Y lo es. Basta con asomarnos a una sesión de control de Les Corts para observar que, en vez de apostar por la discrepancia constructiva, se opta por el debate barriobajero, más próximo a la ofensa que a la intelectualidad que se les presupone como políticos. Pero no es una cosa de ahora; viene de lejos. Bien lo sabe Compromís, experto en relatos incendiarios, y el PP, que los sufrió. Aunque todos han aprendido raudos y han convertido los hemiciclos en lodazales verbales poco edificantes. Lo que menos necesita, en este tiempo crítico, la ciudadanía. Aunque reconozco que, tanto ellos como nosotros, hemos llegado a verlo tan normal que, si no se convierte el debate político en un circo romano -con gladiadores de lengua afilada- nos defraudan.

La 'stoa' era la puerta donde se reunían a dialogar y buscar consensos los atenienses. Acudir a ella, aunque sea de manera metafórica, es casi una urgencia social para hacer menos pestilente el clima de desasosiego, crispación y violencia en el que estamos instalados. Debemos, como apunta el filósofo John Sellars en una buena entrevista de Lluís Amiguet en 'La Vanguardia', volver a esos principios del estoicismo que animaban a parase y pensar el mundo. Y, a partir de ahí, decidir qué camino recorrer: «el de felices o desgraciados, realizados o frustrados». Todos lo necesitamos. En especial la clase política. Pararse a pensar y ver qué están haciendo con la sociedad que gestionan. Algo que debe emprender sin dilación, por ejemplo, el centro-derecha: convulsionado tras las elecciones catalanas pero, sobre todo, lastrando las heridas abiertas de los casos de corrupción cuya sombra es muy alargada. Pasa a nivel nacional, pero también regional. Isabel Bonig, Carlos Mazón, María José Catalá... El PP valenciano debe reflexionar en su seno interno y de manera transparente sobre su futuro. Con prudencia, si quieren (como dijo Bonig). Pero deben hacerlo ya. Ser sinceros con ellos mismos (aunque en política es complicado), poner las cartas boca arriba y zanjar especulaciones sobre su futuro para, ante dos (teóricos) años de tregua electoral, dejar claro a sus posibles votantes hacia dónde van y quiénes van a pilotar el proyecto. Lo deben hacer desde la coherencia, con valentía y la más absoluta honestidad. Como los estoicos, dominando las emociones y desde la humildad. Que, vuelvo a John Sellars, es «la antesala de la sabiduría».

Deben definirse y presentarse ante los suyos dejando claro qué tipo de alternativa quieren ser y, a partir de ahí, preguntarse si pueden afrontar ese reto solos o necesitan compañía, que a día de hoy parece que es la única fórmula viable para ser fuertes. Juan Carlos Ferriol lo dejó claro el pasado domingo en el periódico: la unión de PP y Ciudadanos implicaría un millón de votos. Pero, además, supondría reactivar la ilusión de parte de su electorado, decepcionado por la corrupción y los titubeos de sus mensajes. Una suma que no cierre la puerta a nadie que quiera integrarse en un proyecto moderado y centrado, pero firme en sus postulados. Eso sí, ello implica sacrificios y generosidad. Apartar egos, dentro del partido y a la hora de dialogar con otros. Renuncias, incluso. La Historia ha demostrado que sólo un centro-derecha unido y creíble puede ser una opción política sólida. Lo contrario sería un fracaso. Otro.

Es domingo, 28 de febrero. Hasta los meses más cortos se hacen eternos en tiempos de pandemia.

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