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Desafección

DE TORINO A MESTALLA ·

Miércoles, 22 de julio 2020, 07:55

¡Por fin! Se acabó. Con una nueva derrota cerramos una temporada para olvidar. Un partido más en el que nos jugábamos mucho y en el que, una vez más, los jugadores demostraron estar pensando más en las vacaciones que en dejar al equipo en Europa. A partir de ahora veremos en las redes sociales lo mucho que disfrutan de playas paradisíacas y les leeremos despedirse intentando sacarnos alguna lagrimita con eso de que «siempre serán un valencianista más. Amunt». A mí no me caerá ninguna, a ellos se les tendría que caer la cara de vergüenza por tirar por la borda la ilusión de miles de valencianistas. A los jugadores y a los que les pagan.

El término desafección no sólo es aplicable a la política, bien se podría aplicar al mundo del fútbol. Y es que la situación actual del Valencia nos ha llevado a una tremenda desilusión y más después de vivir lo que vivimos no hace tanto. La vuelta a la Champions y aquella Copa del Rey de Sevilla nos devolvió la ilusión, a los más mayores y a los más pequeños. En estos momentos difíciles sufro más por ellos que por mí. Yo he pasado por mucho, bueno y malo, ellos sólo han vivido momentos mágicos. A esos niños y niñas hay que recordarles hoy que el equipo se levantará y que ahora más que nunca hay que sentirse orgulloso y defender este escudo. El chasco es muy grande pero no podemos caer en el desapego y menos en la indiferencia. Ese alejamiento y desánimo que se evidencia cada vez más entre el valencianismo, en el que me incluyo, debe ser pasajero.

Se vislumbra un futuro incierto en lo social y en lo deportivo. A la marcha de jugadores que han sido pilares en este equipo se une la incertidumbre accionarial del club. Y también la incógnita de cómo reaccionará la afición a la hora de renovar los pases. Los aficionados nos merecemos, como mínimo, que se nos renueve el pase sin tener que pagar ni un euro. A mí que se vayan unos me dolerá más que otros pero es ley del fútbol. Como solemos decir a los más pequeños, se fueron Silva, Villa y Mata y el Valencia siguió.

Es difícil mantener en estos momentos viva la llama del valencianismo entre los más pequeños, pero es ahora cuando más esfuerzo tenemos que hacer para que no lo pierdan. Nadie puede dudar de mi valencianismo ni el de mi familia. Pero la ilusión que veía en mis sobrinos se ha convertido en tristeza y desánimo. Sé que nunca abandonarán el barco pero hay que devolverles esa ilusión. Y si el club no lo hace, lo tenemos que hacer nosotros. Es nuestra obligación. Se lo debemos a nuestros padres y abuelos. La desafección es lo peor que nos puede pasar.

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