Directo Un afortunado se lleva 300.000 euros al contado y 5.000 mensuales con el Sueldazo de la ONCE de este domingo

Nunca antes habíamos tenido unas herramientas tecnológicas tan potentes para anticipar catástrofes y otros acontecimientos extraordinarios. Y, sin embargo, una y otra vez somos incapaces de aprovechar esa información en nuestro propio beneficio. Hemos creado una sociedad hipercomunicada que, sin embargo, hace oídos sordos cuando algo no le conviene, como si así evitáramos que fuera a suceder. Ocho días antes de que la borrasca Filomena estallase sobre la península los modelos de predicción ya señalaban que algo adverso iba a producirse y los meteorólogos dieron cuenta pormenorizada del impacto de la tormenta que venía. Pero quienes debían tomar nota no lo hicieron. O simularon que sí, pero en realidad estaban a otra cosa. Para variar. La media España que año tras año sufre los estragos de la nieve contempla ahora asombrada y sonrojada el espectáculo de Madrid, inmovilizada una semana después de que los copos dejasen de caer por la inacción de sus gobernantes, esos que ahora se atreven a comparar lo ocurrido allí con el tsunami de Indonesia. De nada sirve contar con los instrumentos más avanzados si los que han de manejarlos no están preparados para ello.

Publicidad

En un mundo que ha pecado de globalizado, en el que podemos establecer comunicación con cualquiera aunque se encuentre a kilómetros de distancia, en el que asistimos en directo a lo que ocurre al otro lado del Atlántico por imprevisto que sea -sea un desfile de moda o un asalto al Capitolio- nos declaramos impotentes para reaccionar ante los avisos de adversidad. Desbordados, sobrepasados, paralizados.

En este panorama la pandemia sigue campando a sus anchas, despreocupada porque alguien vaya a noquearla. Lo mismo dan las advertencias de científicos o las experiencias infructuosas en otros territorios, no sabemos o no queremos tomar las medidas que sirvan para evitar males mayores. Y así vamos encadenando olas en un mar del que nadie sabe cuándo ni cómo saldremos. Tenemos datos, estadísticas, informes y vacunas en tiempo récord, pero no tenemos un buen plan para aplicar todo esto con un buen fin.

Igual de negacionistas son los que no actúan por ignorancia que los que dejan de hacerlo por pasividad

Que el conocimiento es poder ha sido una máxima que han estudiado autores de diversas épocas, de Aristóteles a Hobbes, concluyendo todos en la importancia de adquirir sabiduría. Nosotros posiblemente pasemos a la Historia como aquellos que mayor volumen de conocimientos obtuvieron sobre algo y menor provecho le sacaron.

Seguiremos invirtiendo en tecnología, en cauces de comunicación infalibles, en mecanismos para estar conectados de la manera eficaz, pero será como dar pan al que no tiene dientes. Igual de negacionistas son los que no actúan por ignorancia que los que dejan de hacerlo por simple pasividad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€

Publicidad