Desconfíen de platos adornados
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Un día Ramón Palomar proclamó con mucho sentido: «Desconfíen de los platos triangulares, suelen traer mínima comida». Fue en el restaurante Casa Granero de Serra, ... con ocasión de celebrarse allí la popular cita gastronómica de la matanza del cerdo. Nuestro compañero vino a ratificar con sus palabras que antes que nada se debe atender y reconocer lo que comemos de verdad; uno puede comer más o menos, pero sobre todo es exigible calidad, diversidad y suficiencia. Nada de conformarse porque sí con un diseño potencialmente engañoso a cambio de quedar con hambre.
Naturalmente, la cita gastronómica de Granero, con motivo de celebrar la fiesta de la matanza, era una oportunidad muy convincente para marcar diferencias, y Palomar, que fue homenajeado en la fiesta, aprovechó su intervención para reivindicar que ante todo ha de prevalecer el sabor, lo rotundo y el buen hacer, invitando a continuación a dudar de escarceos a base de mucha floritura supuestamente creativa pero con escaso fondo nutricio.
El ejemplo de los platos triangulares -ahora menos de moda- venía que ni pintiparado, pero también cabría añadir como elementos de servicio en principio inciertos los cuadrangulares, los planos, los de pizarra y hasta los platos redondos de gran diámetro pero con poca materia dentro, lo cual se suele adornar entonces con mucho perifollo alrededor, llenando el resto del círculo vacío a base de líneas y dibujos de salsas o aceites.
A diferencia del ordenamiento jurídico, aquí debería prevalecer el fundamento de la sospecha y hasta de la acusación en tanto no se demuestre lo contrario. Es decir, lo que no parece que sea, probablemente no será, a no ser que quedemos convencidos por las pruebas exculpatorias, porque ha de quedar muy a salvo el trabajo verdaderamente creativo, innovador y hasta artístico en el plano gastronómico de alto nivel. Pero no es aceptable que bajo tal paraguas se protejan también subterfugios que sólo buscan hacer negocio a base de simular trampantojos que solo se aproximan al nivel de lo auténticamente encomiable a la hora de la cuenta.
Proliferan situaciones descaradas, y a la vez tan encumbradas, que deberían animar iniciativas hosteleras en el vecindario que se anunciaran más o menos así: «Aquí les damos de comer de verdad». O bien: «Entre y saldrá sonriente y sin hambre». Seguro que iban a tener éxito, y de paso serían ejemplo colectivo; también educativo, porque si unos tienen éxito es sin duda porque hay otros que son devotos clientes cautivados por señuelos decorativos que parecen aproximarlos a modelos con estrellas que nunca merecerán.
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