Descontrol

Han apuntado en algún lado que saltarse la cola de la vacuna con el arte de aquel Mendieta regateando adversarios supone otro lametón propio de viles corruptos. Me parece bastante ajustado el pensamiento. Cuando la corrupción explotó en España como si fuese el abrasivo final de 'Apocalipse now', solía preguntarme lo de «vale, a este también lo han pillado, ¿pero cuantos se están escapando sin que la Justicia les propine su dentellada?». A estas alturas me temo que nunca lo averiguaremos.

Idéntica curiosidad me embarga ahora cada vez que trincan a un aprovechado, caradura del carrusel de las vacunas. Otro que atrapan, sí, ¿pero cuántos siguen agazapados en las sombras tras recibir el chute? En este caso soy pesimista y sospecho que abundan los del mezquino gremio adicto al chollo. Los nombres y semblantes que han visto la luz acaso representen la puntita del iceberg. Ni idea. En cualquier caso, conviene rascar un poco en este lamentable asunto, así pues, lo que observamos es el descontrol profundo que acompaña el viaje de las vacunas. ¿Qué sucede cuando un pueblo consigue un cargamento? ¿Quién establece el listado de beneficiados, el reparto? ¿Cómo es posible que tantas personas abusen de su cargo sin ningún tipo de vigilancia? Porque la sensación que se desprende tras los trapicheos es la de un cachondeo entre soterrado y floreciente, la de un pequeño caos que favorece las pirañas habituales siempre prestas a mordisquear las migajas, las famosas sobras. Supongo que existen protocolos para satisfacer la demanda de inyecciones, pero no parece que se hayan explicado lo suficiente. He aquí otra vital parcela en la cual la transparencia se evaporó. El perfume bananero nos invade y si esto sigue por la misma senda nos despedazaremos como en las películas de Mad Max cuando la cuarta, quinta o sexta ola nos estrangule.