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El accidente da un nuevo aviso sobre la fragilidad por la que discurren las cadenas de suministro global

Martes, 30 de marzo 2021, 07:28

A principios del siglo XX, el fundador de Ford instauró un sistema de producción en serie que acabó posicionando a su compañía en la cima. La mecanización de la cinta de montaje reducía cuantiosamente los costes de producción pero, con el tiempo, aumentaba las posibilidades de errores que acababan por provocar defectos en el producto final. De esa brecha abierta en el patrón 'fordista' se dieron cuenta los creadores de Toyota que investigaron durante décadas el diseño de un método alternativo en Japón. El resultado fue el modelo «just in time» o «justo a tiempo». Antagonista del método anterior, se basa en generar el producto necesario y a la medida del cliente cuando éste lo compra reduciendo al mínimo los stocks en los almacenes. Una de sus principales claves es lo que denominan «jidoka». Se trata de la facultad de identificar rápidamente cualquier problema durante el proceso para aislarlo evitando que afecte al resto de la línea de producción. Revisar la calidad en cada fase y no sólo en el último momento permite ahorrar cantidades millonarias. Sin embargo, esta filosofía también empezó a mostrar ciertas lagunas hace una década cuando Toyota se vio envuelta en un escándalo por fallos graves en los aceleradores de sus coches en Estados Unidos.

El comercio mundial funciona como los engranajes de una fábrica. Un fallo inesperado en una zona específica puede desbaratar todas las previsiones. Es lo que ha sucedido con el 'Ever Given'. Con 400 metros de eslora, 59 de ancho y una carga de casi 20.0000 contenedores quedaba atravesado en diagonal entre las dos orillas de la vía marítima más corta que une Asia y Europa. El por qué se sigue investigando. Se ha apuntado varias causas. Una tormenta de arena, rachas de viento... La cuestión es que si alguien lo vio venir nadie advirtió de que este portacontenedores gigante, uno de los más grandes del planeta, podía desencadenar tamaño desastre. La factura de pérdidas provocada por la cola kilométrica de centenares de barcos atrapados en el canal de Suez supera los 8.000 millones de euros diarios. A esto se añade el impacto inmediato sobre el precio del petróleo. Porque esta ruta que conecta el mar Rojo y el Mediterráneo no sólo es prioritaria para el transporte de mercancías, también de crudo y de gas. Representa el 10% del comercio mundial. Un volumen significativo a tenor del bloqueo que han sufrido los corredores de abastecimiento como consecuencia. A pesar de que las maniobras para reflotar el buque han dado frutos, el reajuste de los retrasos no va a ser inmediato. Este accidente da un nuevo aviso sobre la fragilidad por la que discurren las actuales cadenas de suministro global. Hace un año la pandemia puso en evidencia esa debilidad cuando escaseaban las mascarillas y los EPI. Fue justo en el instante en el que, repentinamente, la certidumbre, la ilusión y las expectativas quedaron varadas. Hay que intentar desencallarlas para retomar el rumbo.

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