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Desmontando a un depredador

ANÁLISIS ·

Las pruebas acorralan a Jorge Ignacio: un mismo relato de las supervivientes, el férreo dictamen de los psiquiatras y la letalidad de la droga que utilizaba en sus citas

Arturo Checa

Valencia

Jueves, 7 de julio 2022, 00:15

Es un traficante, un delincuente con antecedentes. No es una persona que no ha roto un vaso de agua. Si no es por la mamá ... de Marta Calvo igual no estamos aquí. Hubiera seguido matando si no es por ella, una madre coraje. Están aquí para hacer justicia con once mujeres, tres de ellas muertas. así que hace justicia a las que no pueden hablar y a las que vendrán a hablar, muy valientes mujeres. Tenemos que ayudarlas en el paso que han dado y por eso pido un veredicto de culpabilidad». Cuando hace un mes arrancaba en la Ciudad de la Justicia el proceso contra Jorge Ignacio P., la fiscal Socorro Zaragozá empezó apretando a tope el acelerador de la acusación. Intentando desmontar la imagen de 'niño bueno' que ha interpretado durante todas las vistas el procesado por tres asesinatos, 8 homicidios en grado de tentativa, otros tantos abusos sexuales y un delito contra la salud pública. Porque hasta ayer el acusado trató de hacerse pasar por un ser humano golpeado por la fatalidad. «No saben lo mucho que he sufrido yo en estos dos años y medio, aseguró este miércoles al jurado, con lágrimas en los ojos, dando golpes en la mesa, apesadumbrado por lo sucedido. El presunto asesino de Marta Calvo, Arliene Ramos y Lady Marcela Vargas.

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Unanimidad. Pero durante el juicio, las pruebas han ido cayendo una tras otra ante Jorge Ignacio. Como un castillo de naipes que al desplomarse iba destrozando la inicial imperturbabilidad del acusado. En la sesión de ayer incluso tuvo que ser frenado por su abogada cuando se lanzaba a contestar una de las numerosas preguntas que dejó sin contestar a la acusación particular. Durante dos semanas, el presunto asesino ha ido escuchando como las supervivientes de sus asaltos sexuales han desgranado con todo lujo de detalles y coincidencias el modus operandi del procesado: cómo él nunca consumía cocaína, como les introducía a traición grandes rocas de droga en sus genitales, la tan letal y temida 'fiesta blanca' («yo no he inventado la fiesta blanca», llegaba a negar Jorge Ignacio ayer en la Ciudad de la Justicia, incluso con cierta sorna), como muchas acababan despertándose tras minutos y minutos de inconsciencia, sin que Jorge Ignacio avisara a la ambulancia. Una coincidencia en los detalles de testigos que no se conocen entre ellas y que es una de las principales pruebas de cargo contra el procesado.

Los peritos detallaron: «Es un manipulador. Lo intentó también con nosotros. Sabía bien lo que hacía»

«Sabía lo que hacía». «Es un manipulador. Nos intentó manipular también a nosotros». La sesión del pasado lunes fue posiblemente una de las más devastadoras para los intereses de la versión de Jorge Ignacio. Los psiquiatras que analizaron al procesado señalaron que en ningún caso nos encontramos ante un psicópata. Tampoco alguien que sufra algún tipo de problema psiquiátrico. Se derrumbaba así la posibilidad de la defensa de echar mano de una posible eximente o inimputabilidad como una estrategia para su cliente. Por algo en dicha sesión el acusado se desgañitó en varias ocasiones en su posición en la sala de vistas, negando con la cabeza, gesticulando con hastío e incluso amagando con ponerse a hablar. La prueba más evidente de que los peritos lo desenmascararon. «No tiene ninguna carga afectiva ni con las víctimas vivas ni con las muertas. Cuando uno hace determinados actos y lo repite en varias ocasiones y atenta contra la vida de las personas al final sabe lo que estaba haciendo», fue una de las cargas de profundidad que los psiquiatras pusieron en el camino procesal del acusado.

Bomba de estupefaciente. «La cocaína que se vende por ahí puede tener de todo. Las piedras que analizamos en este caso podrían llevar algo más que cocaína porque parece que estaban muy apelmazadas y no sabemos lo que es. En cinco de las ocho víctimas supervivientes aparecieron síntomas de adormecimiento y desconocemos qué adulterante o sustancia acompañaba a la cocaína que recibían. Ese síntoma resulta paradójico para el consumo». Los forenses que examinaron los restos de droga hallados en los cuerpos de las dos víctimas mortales cuyo cadáver aparece como prueba de cargo (el paradero de los restos de Marta sigue siendo un misterio) corroboran la elevada toxicidad que esta presentaba. Una notable bomba estupefaciente que dejaba al borde de la muerte a las víctimas.

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Sin piedad. La falta de empatía con las mujeres, a las que ve como «objetos», también quedó constatada ayer. «Sólo quiero que me diga dónde está mi hija, ha sido el mensaje que Marisol Burón, la madre de Marta, ha repetido en varias ocasiones durante el proceso. Ni un sólo dato más ha arrojado Jorge Ignacio. Ayer se volvió a enrocar incluso cuando uno de los miembros del jurado, en una de las decenas de preguntas que le plantearon, le interrogó por el paradero del cuerpo. Mantuvo que lo tiró en los contenedores y acabó en la planta de Dos Aguas, a pesar de que trabajadores e investigadores lo han dudado. Ahora la ciudadanía del jurado dictará justicia.

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