Desolación y mudanzas
MARINERO EN TIERRA ·
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
Sábado, 20 de febrero 2021, 07:21
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MARINERO EN TIERRA ·
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
Sábado, 20 de febrero 2021, 07:21
Los resultados electorales del pasado domingo en Cataluña están produciendo una tormenta importante entre los partidos del centro derecha, tanto en Ciudadanos como en el Partido Popular. Las posibilidades de una fusión en toda regla y desde arriba, ha sido descalificada por Inés Arrimadas como una cortina de humo. Tanto el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, como la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, dejaron la puerta abierta a cierta convergencia. Sin embargo, entre las decisiones más visibles del comité ejecutivo del pasado martes, no se encuentra este tema sino la 'mudanza' de la sede, como si la culpabilidad fuera del edificio y hubiera que huir con urgencia para salvarse de algún incendio.
La palabra 'mudanza' no solo describe la acción o efecto de trasladarse de una casa o habitación a otra. También describe la «inconstancia o variedad de los afectos o de los dictámenes», incluso la utilizamos para describir «la inconsecuencia o la inconstancia en amores». Por eso, desde la filosofía del siglo de Oro español y la tradición de San Ignacio, es bien conocida su máxima «En tiempos de desolación, no hacer mudanza». La inmortalizó en el punto 318 de los 'Ejercicios Espirituales' para describir el adecuado modo de proceder que necesita el alma en situaciones de crisis existenciales y espirituales. No es bueno decidir en caliente, de manera reactiva y en tiempos de atolondramiento, desconcierto o desolación. No han faltado comentaristas que se frotan las manos con el fracaso del PP por olvidarse de este profundo significado ético y concentrarse en el significado coloquial de «traslado de habitación o casa».
Dentro de la más rancia tradición animista, la ejecutiva ha querido culpabilizar a un edificio porque se asocia con el anterior tesorero ahora judicialmente condenado. En lugar de proceder con discernimiento y buen juicio, han retomado esta iniciativa de Soraya Saénz de Santamaría y han actuado de forma emocional y epidérmica. Aunque parecía que marcaban distancia con responsables anteriores, ahora quieren escenificar y simbolizar esta distancia con el abandono del edificio. Con lo que ha costado a sus militantes, con el fácil acceso y con lo bien situado que está, el edificio no es culpable de los resultados. Son culpables unos inquilinos a los que les falta conciencia de su precariedad e interinidad. Los socialistas no vendieron la sede de Ferraz en la primera crisis de los Guerra, los Filesa o los Gal. La solución no está en la mudanza de edificio, sino en la inconsecuencia, inconstancia y falta de buen juicio en las almas que lo habitan. Y en este caso, en la falta de capacidad crítica, de memoria política y, sobre todo, de sensibilidad para identificarse con las convicciones del votante de centro derecha.
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