Gerard Piqué colgó sus botas en un evento que salió redondo. En lo deportivo hubo victoria ante el Almería (2-0). En lo sentimental el central se despidió del Camp Nou como número 3 y el Camp Nou se despidió de él en un homenaje ... lacrimógeno de los de brochazo épico que tanto gustan en el fútbol. Pese a que anunció su retirada de manera inesperada y con poca antelación, no faltó detalle sobre el césped: camisetas en su honor, paseíllo, manteo... «Aquí nací y moriré aquí». Sus palabras provocaron la ovación unánime de los miles de aficionados que llenaban el estadio. Los mismos que hace unas semanas le pitaban y criticaban. Alfredo Pérez Rubalcaba tenía una expresión para estos fenómenos. «En España se entierra muy bien». Así describió él mismo el aluvión de elogios que recibió tras dimitir como secretario general del PSOE en 2014. Así es la política. Y así es el fútbol, el deporte que, decía el escritor Albert Camus apasionado del balompié, le había enseñado los entresijos de la moral humana. La cuestión de despedirse, de manera prevista o imprevista, no es tarea fácil. Puede alguien estar planificando ese acontecimiento durante años sin intuir que ese momento se precipitará sin más. Porque el balón no viene por donde tú esperas, como sostenía Camus. Puede haber bastante de eso en la sorpresiva decisión de Piqué. En cualquier caso, se va pero no lo hará del todo porque se sabe que tiene las puertas de su club abiertas de par en par y porque se queda en eso que los culés denominan entorno pasivo del Barça, ahora, como figura simbólica que, seguramente, buscará su peso activo en un futuro.

Publicidad

Hace más de un año, Pablo Iglesias anunció también que se iba, en su caso de la política, pero tampoco se fue del todo. En este tiempo ha seguido ahí. Comunicó su marcha tras el batacazo morado en las elecciones madrileñas y, el pasado fin de semana, reapareció en el foro de la Universidad de Otoño con el que Podemos ha escenificado su puesta a punto para las próximas municipales y autonómicas. Allí ha arremetido como nunca antes contra Yolanda Díaz exigiéndole «respeto». «¿Quién piensa que le puede ir bien en las elecciones generales a una candidatura de la izquierda si a Podemos le va mal en las municipales y autonómicas? Hay que ser estúpido». Quien lanza la advertencia, con peyorativa incluida, es quien ungió la navegante que aspira ahora a capitanear buque propio por la izquierda. Es decir, por si había dudas, que lo de dar un paso atrás para ceder testigo y autoridad a liderazgos femeninos fue un mero amago de retirada.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad