Urgente Junqueras anuncia el pacto con el Gobierno para condonar a Cataluña el 22% de la deuda autonómica

El gobierno planea tramitar una ley para evitar que tiremos tanta comida a la basura. Restaurantes, bares y supermercados podrán ser sancionados hasta con 150. ... 000 euros. Palabras mayores. Estiman en La Moncloa que tiramos directamente a la basura más de 30 kilogramos de comida por persona al año. Especialmente frutas, verduras, pan y leche. Desechemos tantos alimentos que avergüenza ser miembro de este soberbio primer -¿en serio?- mundo.

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Las colas del hambre siguen formando parte de nuestra realidad en una España, donde residen más de un millón y medio de personas en situación de riesgo alimentario. A pesar de eso, desperdiciamos 1.364 millones de kilos de comida al año. Que se dice pronto. Hace pocas semanas el presidente de la Federación de Bancos de Alimentos, Pedro Miguel Llorca, dio la voz de alarma porque se estaban reduciendo de manera importante las donaciones mientras que la demanda no dejaba de crecer. Esta ley, al menos, persigue asegurar una flujo permanente de donaciones -ajena a vaivenes intermitentes- obligando a las principales cadenas de supermercados a convenir acuerdos de colaboración para ceder alimentos a organizaciones benéficas. Con garantías y de forma segura. Bien hecho.

Una propuesta voluntariosa con un sesgo intervencionista

A partir de ahí su apariencia es la de una propuesta más voluntariosa que real con un sesgo peligroso e intervencionista porque puede complicar los procesos en perjuicio del consumidor final. La ley llega tarde porque legaliza procedimientos que la propia dinámica social ya ha acogido con normalidad. Se redacta para dar amparo a procesos ya existentes y comúnmente aceptados por todos como, por ejemplo, llegar a una nevera de verduras y poder elegir una bandeja de tomates con precio rebajado o una bandeja de carne días antes de su caducidad. O que puedas llevarte las sobras de comida en un restaurante. Un gesto osado y atrevido hasta hace tan sólo unos años. También abordan estrategias sostenibles como el uso de frutas en zumos y mermeladas. Incluso van más allá cuando los alimentos no son aptos para el consumo humano plantean su reutilización como subproductos para la alimentación animal, así como para la obtención de compost o biogás. En definitiva, campañas de concienciación que completan un círculo virtuoso de la cadena alimenticia con guiños a hábitos tan comunes, actuales y saludables como el consumo de comida preparada.

La responsabilidad del desperdicio es compartida y un problema que todos podemos contribuir a resolver. La peor parte se la llevan el consumo en los hogares y el proceso de transformación industrial de los alimentos Tenemos faena que hacer. Con todo, el objetivo final es conseguir antes de 2030 que estos índices de desperdicio se reduzcan al 50 por ciento con medidas que afectan a todo la cadena del proceso y lograr que tanto alimentos como bebidas no acaben en el cubo de la basura.

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