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El diablo nunca falta a sus citas. Cinco al día, más de cuarenta por semana. Dramas en cuatro actos, tantos como platos acechan desde la mesa. El silencio pesa, la mirada se agria, una pierna trémula delata la tensión incontenible. El entorno difuminado condensa la escena en un primerísimo primer plano. Tú contra él, conectados por una cuchara. Ha comenzado otra batalla. Será desigual, como siempre. Un cuerpo frágil, casi transparente, contra el monstruo lozano que engorda a costa de los kilos y la alegría que roba a sus víctimas. Cuando amaine el suplicio, saciada por el momento la bestia, cada cual promueve su particular exorcismo. Esta fuerza el vómito, aquella se deshace de los alimentos que ha logrado ocultar en un pacto a hurtadillas con Satán, la otra se entrega al ejercicio sin mesura, convencidas las tres de que la unidad de medida de la felicidad es la caloría. Todo a cambio del consuelo que habrá de proporcionar el espejo, ese impostor que siempre miente. Si todavía estás bien te dirá que estás mal, y a la inversa. Un adulador miserable que sólo muestra lo que quieres ver. Hay salida, pero es muy dura. Admitir la enfermedad y reclutar para el combate diario a un ejército de médicos que desplegarán sus alas de ángel, aunque sin liras ni cursilerías. Al enemigo sigiloso no se le arranca el pellejo con polvos de talco. Toca ser duros como él, ganarle en crueldad si cabe. Habrás de enfrentarte a tus fantasmas en medio del retiro más austero, donde cada pequeña cosa cotidiana se convertirá en un privilegio que deberás ganarte con disciplina. Una foto, una llamada, retomar los estudios, incluso compartir algún rato con esa familia impotente que llora lágrimas secas, obligada a fingir sonrisas mientras asiste al combate desde el tendido de sol. Te pregunté si podía contar tu historia y asentiste convencida, para ayudar a otras como tú, para sentir que no sois incomprendidas. En este mundo que vive de la confrontación, izquierda contra derecha, norte frente a sur, las grandes batallas, las que realmente merece la pena librar, se dirimen en silencio.
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