La digestión navideña
Arsénico por diversión ·
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Arsénico por diversión ·
La previsión de conversaciones en torno a la investidura solo puede equiparse a la posibilidad de asistir a la inauguración del Nuevo MestallaA Sánchez le ha pillado el toro de la Justicia europea que todo lo paraliza por no calcular mejor los tiempos. En lugar de sopesar una investidura para el 30 de diciembre tenía que haber optado por mañana, el día 21, esto es, 'la víspera'. En un día como ese pueden caer chuzos de punta, incluso si, literalmente, Elsa promete más que una frase hecha. No importa que se monte la de San Quintín. Suceda lo que suceda, al cabo de unas horas y durante, al menos, dos días, no tendremos nada en la mente ni en la conversación que no sea la Lotería de Navidad. Así, si en tiempos de la UCD el día más simulador era el Viernes Santo como aprovechó Suárez para colar la legalización del Partido Comunista, ahora ese momento es la mañana de la Lotería. Este fin de semana, aunque no nos toque nada, nos van a dar más o menos igual las mentiras de Sánchez, los trileros del PNV y hasta los órdagos de ERC. El 'Gordo' es el único persona que realmente nos preocupa.
Es cierto que el intervalo entre Nochebuena y Nochevieja, escogido -dicen- por el equipo de Sánchez para convertir la calabaza en carroza, no es una mala opción pero no deja de ser tiempo laborable y poco entretenido. Enfurruñado, incómodo y molesto por la llegada de nuevo de la rutina en medio de la fiesta. Es laborable y solo recordamos las fechas que son para terminar de digerir el cordero antes de que llegue el pavo. En cambio, entre los valses de Strauss en el Primero de Año y la Cabalgata de Reyes estamos pendientes de los últimos regalos, de los críos que están nerviosos o de cambiar los 'pongos' que recibimos en Nochebuena. Todo gira en torno al momento especial. Son fechas más propicias para mirar sin mirar la televisión y dar por buenas hasta las promesas del Sánchez en campaña, tan alejadas de las que habrá hecho estos días y a años luz de lo que resultará tras la sentencia europea y las exigencias de Esquerra.
En ese contexto, seguir hablando de política es un grado superlativo de la conversación indeseada en las comidas familiares. La escena puede ser tan pintoresca como si juntáramos al cuñado de Vox, el sobrino de Podemos y hasta la nieta con lazo amarillo (¿pero si estamos en Valladolid, cariño? ¡llibertat, mamá, soy la Greta castellana!). En ese contexto no es extraño que el 61% de los españoles se queden con ganas de viajar en estos días solo por no reunirse con los familiares. La previsión de conversaciones en torno a la investidura solo puede equiparse a la posibilidad de asistir a la inauguración del Nuevo Mestalla. Ambas igual de alejadas, complicadas y deseadas. Algunos dirán que más la segunda. No lo dudo. E incluso auguro más interés hasta entre quienes, como yo, no suelen opinar de temas futbolísticos. Entre eso y volver a las quinielas del gobierno, no hay color. Me veo hablando de Tamara Falcó a cuenta de las delicatesen que haya en las mesas. Y, francamente, es preferible. Sánchez nos agota.
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