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Pide unidad de acción la portavoz del Gobierno que abre brechasPolíticamente zurda pero diestra en la dramaturgia, deslumbra con su sainete la ministra mayor de este Gobierno de opereta. Hace pucheros Montero por la torre de Babel que de pronto descubre en España, diecisiete autonomías, diecisiete intereses en fricción, y pide a la tropa insolidaria ... que abandone el egoísmo para exhibir «altura de miras». A tenor de su sorpresa diría que nuestra Rottenmeier es ejemplo de candor, y no hay descrédito en ello. La cultura nos riega el subconsciente de adorables ingenuos que nunca caen del guindo; Montero al menos lo ha hecho. En efecto, este país es agua y aceite. Sin embargo, me temo que su pose institucional no se aproxima tanto al Azarías de Delibes como a la Angela Channing de 'Falcon Crest', y el discurso monclovita, lejos de la candidez que trasluce, supone otro ejercicio de cinismo marca de la casa. Quien reclama unidad es la portavoz del Gobierno que abre brechas, se arrellana en butacas precalentadas por el independentismo, reparte prebendas regionales a cambio de escaños, echa cal sobre las líneas rojas y ni siquiera teme enfangarse en materia terrorista, como si la memoria histórica tuviera principio y fin en la guerra civil. Ese mismo Gobierno egocéntrico exige ahora a la Comunitat, agraviada desde hace una década en el reparto del fondo común, que priorice el interés colectivo en sus alegaciones. La culpa no hay que buscarla en Madrid. Jamás nos tomarán en serio mientras el partido gobernante de turno halle un ciego aliado en su sucursal autonómica. En 2017, bajo mandato de Rajoy, Puig lucía verbo afilado en puertas de la primera gran manifestación. Haremos historia para hacer justicia, clamaba nuestra Juana de Arco mientras Bonig alejaba su hombro aduciendo que no se negocia en la calle. En 2021, imperio de Sánchez, el PSPV cogía ya con asco esa misma pancarta -tenemos que estar contentos con Montero, nos anticipaba a modo de bálsamo-, mientras era Mazón, relevo de Bonig, quien instaba a acentuar la presión y el «grito de unidad». Días después el conseller de los dineros, socialista él, calificaba de victoria una propuesta de reforma que ni había leído y contra la que ahora alega. Así nos va. El único firme es Compromís, pero no sale indemne, porque el desprecio a los valencianos es su tremendo fracaso, la muestra de la incapacidad para influir en Madrid como hacen otros nacionalismos. Sale bien parado Baldoví en las encuestas de popularidad del CIS, a ver si va a ser porque no está en lo que hay que estar. Reprochaba Sánchez a Rajoy en la moción de censura que tras seis años de gobierno seguía sin resolver la financiación autonómica. Pues ojo, que él ya va para cuatro y por esta tierra estamos aún peor que en el punto donde nos cogió.
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