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El arte de la prudencia' de Baltasar Gracián encadena, aforismo tras aforismo, lecciones de vida. El escritor del Siglo de Oro español afirma en uno de ellos que es importante, para ser prudente, «no hablar con superlativos, para no faltar a la verdad y para no deslucir la propia cordura». Aunque sea difícil en la situación que vivimos, debemos ser contenidos, medir los calificativos y razonar antes de disparar. Dicho eso, también es complejo no denunciar con vehemencia las incompetencias e improvisaciones políticas, ni hablar de la fatiga o desaliento social que vivimos. De hecho, no se puede decir que el año que hemos comenzado haya dado la espalda al aciago 2020.
Diez días después de las campanadas, tenemos la sensación de estar en la nueva temporada de una misma serie, que sigue con su trepidante, angustioso y descorazonador guión: rebeldes 'trumpistas' vestidos de chamanes y de bárbaros tomando el Capitolio en EEUU, la pandemia dando sus dentelladas más feroces, una tal Filomena (muy gélida ella) poniendo en jaque a todo el país y los valencianos perplejos tras una cabalgata de Reyes montada por el Ayuntamiento que, más que mágica, fue temeraria y desató, otra vez, un ridículo circo de reproches entre socios de Gobierno.
Debemos imponer la serenidad; pero no el amilanamiento ni la sumisión ante los disparates nacionales -algo muy Berlanga, en el año de su centenario-. Negarnos a analizar la situación y evitar pedir responsabilidades es querer mantener los errores y, al tiempo, dar alas al covid-19 y al deterioro social que conlleva. «Caer tarde en la cuenta no es ningún remedio, sino un pesar», decía también Gracián. No podemos cerrar los ojos. Al contrario.
Nos agarramos al plan de vacunación como tabla de salvación, pero vemos ojipláticos como su ejecución avanza absolutamente aletargada, cuando es imperioso acelerarlo. Pero, además, lo hace de forma desigual según la autonomía en la que te ha tocado vivir la pandemia. Algo que nos demuestra, una vez más, que el sistema autonómico, tan necesario y útil en el día a día de cada territorio, ha fracasado a la hora de frenar los hachazos del virus. No reconocer que es inviable que en un mismo país tengamos diecisiete gestiones de la pandemia distintas es como darnos tiros al pie. Porque la consecuencia inmediata de esa política ha sido una escalada de contradicciones, confusión y desigualdad que queda materializada en cuestiones concretas como que, dependiendo de dónde vivas, te vacunan antes o más tarde; te hacen PCR o no; tendrás camas UCI para ser salvado o te encontrarás con tu hospital saturado… Amén del galimatías de las restricciones. Ese que ahora nos pasa una demoledora factura tras las Navidades: récords de contagios, hospitalizaciones y fallecidos. Ayer mismo, 6.240 casos nuevos.
Todos lo esperábamos. Y todos, sin excepción, hemos permitido engrosar el triste balance; aunque nos hayamos hartado de decir que la culpa es de la gente, sin querer darnos cuenta de que la gente somos nosotros también. Culpabilizar al otro -a la gente, en abstracto- puede servir como autodefensa, pero no debe ocultar la verdad. Todos somos responsables, aunque en la escala de culpabilidades, también es cierto, hay muchos niveles. Entre la ciudadanía y, por encima de todo, entre los gestores políticos y sanitarios.
Quizá ha llegado el momento de dar un golpe de timón. De cambiar el guión de esta nueva temporada de 2021 cuyos primeros ramalazos sólo nos está haciendo incrementar el desasosiego y la preocupación ¿Para qué esperar más? Toca hacer autocrítica seria, pedir responsabilidades y facilitar los cambios necesarios para evitar que la escalada de la tercera ola continúe, para agilizar al máximo la vacunación y para que, el complejo equilibrio entre salud y economía que no hemos logrado estos meses, se pueda reconducir. Pero claro, ¡afrontar esto con el ministro de Sanidad de campaña es muy Berlanga!
Es domingo, 10 de enero. Tintín cumple 92 años. Si Hergé publicara hoy una de sus aventuras la titularía: 'El robo de la vacuna' o 'El secreto de Illa'. Una y otra esconderían intrigas.
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