Desde la distancia
DE TORINO A MESTALLA ·
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DE TORINO A MESTALLA ·
Si este equipo gana la Copa, no digo que será un milagro, pero sí una heroicidad propia de mártiresPor primera vez en muchos años me perdí un partido en Mestalla y creedme que lo sufrí desde la distancia. Me sentí culpable por no estar y ese remordimiento me rondaba cada vez con más fuerza mientras seguía el partido a través de las redes ... sociales. Menos mal que fue el día antes de mi vuelta porque con ese resultado a una le amargan las vacaciones y es que la derrota si estás lejos duele más. Lo de la «distancia es el olvido» son cosas del amor, pero no del fútbol.
Aproveché los días de Semana Santa para intentar desconectar y pensar en poco o nada. Pero si hay algún pensamiento que te viene a la cabeza de vez en cuando durante estos días de evasión es el recuerdo de que en breve vamos a jugar una final y eso no puedes evitarlo ni estando en el rincón más recóndito del mundo.
Por unos días eres capaz de no pensar en el trabajo, los amigos incluso la familia, sin embargo, no te quitas de la cabeza ese 23 de abril. Y es que los nervios no se calman ni bajo el sol de la Provenza con la única compañía de campos de lavanda y viñedos y el sonido de las copas de los cipreses al son de una suave brisa.
Cuando viajas, si eres futbolera, suele salir el tema de conversación con los lugareños y casi siempre te dicen lo mismo, ¿del Madrid o del Barça? Les dices que eres del Valencia y lo conocen claro, incluso alguno recuerda el paso de Deschamps o de Rabah Madjer por aquí. Pero resulta evidente que haber estado alejados de Europa varios años ha hecho que nos convirtamos en un equipo español mediocre para los aficionados europeos.
Una tarde sentada en una terraza en una plaza de Avignon surgió una animada tertulia. Jugaba el Marsella y hablaban de la eliminación del Barca en la Europa League. Cuando salió el Valencia ¡sorpresa! «el equipo de Peter Lim», me dijeron. Os podéis imaginar cuál fue mi reacción. Poco conocían de nuestra historia pero sí de quién nos había comprado. Me encargué de ponerles al día de lo que ellos desconocen y, por supuesto, de recordarles la historia del Valencia, sus finales de Champions y sus etapas gloriosas. Ver sus caras de asombro cuando les contaba esto me hizo sentir mejor. Había aportado mi granito de arena para que en ese rincón de Francia se conociese la verdad.
Enfrente de la terraza lucía espléndido el Teatro de Avignon donde ultimaban los ensayos para el estreno de 'Dido and Aeneas'. Me pudo la curiosidad por aquello del gusanillo de la ópera que a una no se le acaba de ir y me acerqué a ver si se podía visitar. Me colé entre bambalinas gracias a la complicidad y cortesía de sus empleados que me enseñaron hasta el último rincón del teatro. Me sentí orgullosa y feliz por no tener que contarles una realidad distinta a la que ya conocían. El Palau de les Arts, mi otra casa, era para ellos un referente y todos conocían su historia y su exitosa trayectoria. Les agradecí la pasión con la que hablaban del Palau y su amabilidad conmigo. Y es que el fútbol y a la ópera despiertan pasiones.
El sábado nos vamos a Sevilla, a la final con el deseo de conseguir el noveno título de Copa del Rey de la historia del club. El coche irá cargado de valencianismo y seremos tres generaciones las que acudiremos juntos una vez más a una final. Si ganamos lo celebraremos y si perdemos, que no perderemos, lloraremos, pero en la victoria o en la derrota no nos olvidemos que seguimos sumidos en una difícil situación por culpa de la acción de Meriton de la que sólo dejaremos de hablar el sábado y los días de celebración del título.
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