Resulta que en 2007, mientras los valencianos miraban hacia la Copa América, o hacían cuentas de cómo sacarle rentabilidad al ladrillo que pocos meses después se desplomaría, los partidos valencianos estaban en otra cosa. Aquel 2007, según las investigaciones policiales, fue el año en que se financiaron peligrosamente. Así lo cree el ex secretario general del PPCV Ricardo Costa, según ha confesado en sede judicial, y así lo sospechan varios juzgados, que investigan los modos de buscarse la vida y el sustento financiero de socialistas y nacionalistas valencianos. Y es que, como admitió en Les Corts hace unos días el expresidente de la Diputación de Valencia Alfonso Rus, aquellos tiempos eran «la alegría de la huerta». No sólo para los populares, según las pesquisas judiciales que se siguen en varios juzgados y en las que se manejan facturas con membretes del PSOE y del Bloc, el partido mayoritario de Compromís. Visto lo visto, uno pregunta a los clásicos, algunos históricos políticos conocidos por este humilde servidor, que le cuentan que ellos ya sospechaban sobre este y aquel, principalmente cuando piensan en ese epicentro del socialismo más genuino que es Gandia. «A ver si va ser por eso por lo que denunciar la corrupción era un error», reflexiona uno que pinta mucho entre las filas socialistas, resignado a que las siglas del PSPV puedan terminar bajo las mismas sospechas que las de sus colegas del PP. Entre los que también tuvieron entre manos las cosas del Bloc igualmente se afirma que conocían estos tejemanejes desde hace tiempo. Al parecer, estaba todo el pescado vendido mientras el personal maquinaba sus asuntos. La ciudadanía estaba con sus cosas. Como ahora, que en cuanto se ha levantado un poco de cabeza, la gente está pensándose cómo alquilar a precios similares a los de Barcelona y Madrid. Entonces, antes de la crisis, muchos valencianos se sentían inversores inmobiliarios, y los bancos repartían créditos a troche y moche. No había freno, ni para el ciudadano, ni para los partidos, ni para nadie. Actores sociales como el PP, el PSPV o Compromís no hacen cosas demasiado distintas que los usos y costumbres, a pesar de que deberían actuar con principios éticos más elevados. Los referentes sociales no lo son (o no deberían serlo) por casualidad. En aquel 2007, el que firma dirigía un periódico gratuito que editaba Las Provincias. Era una época en la que a cualquier valenciano que pasase por la calle Xàtiva se le ofrecía no un ejemplar de prensa gratuito, ni dos, ni tres, ni cuatro. Media docena llegaron a competir. Parecía que todo era gratis, sin embargo, todo tiene un precio. Más tarde o más temprano, como canta Bersuit Vergarabat, aparecen muchas ventanillas para pagar los platos rotos de esas noches de gloria.
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