Urgente La Primitiva de este lunes deja tres premios de 35.758,38 euros

Eliud Kipchoge, el corredor prodigioso, volvió a deslumbrar al mundo con otro triunfo portentoso, el cuarto que logra en Londres, que le confirma como el mejor maratoniano de todos los tiempos. El plusmarquista mundial nos obligó a los frikis del atletismo a pasarnos una mañana de domingo saltando de 'streaming' en 'streaming' para seguir la carrera.

Publicidad

El keniano se impuso con otra marca fabulosa (2:02.37), pero llamó la atención que un etíope, Mosinet Geremew, también bajó de las dos horas y tres minutos, y otro, Mule Wasihun, se quedó a 16 segundos de lograrlo. Estamos hablando de marcas que hace poco parecían inabordables.

Llama la atención que los tres, como los que subieron al podio en Boston y Nueva York, calzaban las mismas zapatillas, las Vaporfly que ingenió Nike en su laboratorio de Beaverton, en Oregon, durante los tres años que estuvo desarrollando el proyecto Breaking2 con el que pretendía conseguir que Kipchoge, quién si no, rompiera la barrera de las dos horas. Ciencia ficción.

Esas zapatillas, que salieron a la venta meses después de aquel experimento en el circuito de Monza que concluyó con el keniano cruzando la meta 28 segundos después de las dos horas, se convirtieron, a 250 pavos el par, en la pieza más codiciada de cualquier corredor con ansias de mejorar sus plusmarcas. Nike, siempre en la vanguardia del marketing, no tardó en añadirles un apellido: 4%. Ese 4% es la mejora en el rendimiento que sus diseñadores calcularon que aporta al que las usa.

Aquello, inmediatamente, nos colocó en una encrucijada. ¿Era eso real o un truco más de la multinacional experta en vender sus productos? El tiempo, como casi siempre, escondía la respuesta: parece ser que sí, que en un atleta de élite, con una técnica de carrera decente y siendo capaz de recorrer cada kilómetro en menos de tres minutos, podía beneficiarte con una mejora en tu marca que el doctor Ross Tucker, experto en fisiología del ejercicio, ha estimado entre el 2 y el 4%. Tucker desarrolla su estudio diciendo que esto no son ciencias exactas pero que, casualmente, restarle al récord del mundo de Kipchoge (2:01.39 el año pasado en Berlín) un beneficio del 3% nos daría una marca de dos horas y cuatro minutos, exactamente la que tenía el portento del valle del Rift antes de estrenar el regalo de Nike.

Publicidad

Kipchoge y Mo Farah, el plusmarquista europeo de maratón, tuvieron el privilegio, además, de estrenar en Londres la evolución de las Vaporfly. El nuevo modelo (se llama Next% y saldrá a la venta en verano a 275 euros el par) que, según asegura Nike, eleva la mejora hasta un 5%.

El beneficio parece ya tan evidente que el atleta patrocinado por otras marcas está desesperado. Alguno, desmoralizado, opta incluso por hacerse con un par de las famosas zapatillas y 'tunearlas' después hasta que parezca el modelo de su patrocinador.

Publicidad

Javi Guerra se tiraba de los pelos el otro día en Madrid. El fondista estaba muy satisfecho con su marca (2:10.19), pero se desesperaba al pensar lo que valdría ese registro a nivel del mar, en un recorrido más propicio... y con las dichosas Vaporfly rebotando contra el asfalto.

El secreto, según un estudio de Wouter Hoogkamer publicado en 'Wired', está en dos componentes: la espuma, que ellos llaman ZoomX, en la entresuela y la placa de fibra de carbono intercalada en el interior. La espuma es blanda y elástica a la vez, y absorbe la energía cuando el corredor tracciona, y la placa mejora la mecánica del tobillo, lo que se refleja en un desahogo para los muslos. Esta combinación mejora la economía de carrera y, por consiguiente, el rendimiento.

Publicidad

La duda que surge al corroborar esta mejora es si los corredores que se benefician de las Vaporfly no están incurriendo, todavía de forma legal, en lo que podríamos denominar dopaje tecnológico. Y creo que la IAAF debería darse prisa en comprobar si el resto de atletas, los que calzan otras marcas, no están corriendo en desventaja. En resumen, si no se ha desvirtuado la competición hasta convertirla, sirva el ejemplo llevando el caso al extremo, en una carrera de F-1.

De inmediato surge el recuerdo de aquellos bañadores largos que provocaron una catarata de récords hasta que la FINA, ante la evidencia, prohibió el uso de esa combinación de poliuretano. Yo no pido que corran descalzos, pero sí que la federación internacional iguale la tecnología.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad